Puente árabe

Sobre el río Henares, se alza el puente -monumento nacional- obra antiquísima, en sus inicios levantada por los romanos. La principal construcción de este monumento es árabe, de la segunda mitad del siglo X, y fue ordenado levantar por Abderramán III, para servir de acceso a lo que ya era una de las más importantes ciudades de la Marca Media. Aunque a lo largo de los siglos ha sufrido derrumbamientos por vejez, avenidas del río y guerras, aún hoy conserva su aire morisco y su vetustez.

Se trata de una obra en la línea más pura de la arquitectura califal cordobesa de la época, pues en principio tenía una fuerte rampa doble o lomo, que suponía ser más elevada la parte central que las laterales. En su centro se alzó una torre que servía para control y cobro del impuesto del pontazgo. En lo que resta de obra árabe, alternan las hiladas de sogas con variable número de tizones. Fue remodelado en época cristiana, sufriendo muchas reformas a lo largo de los años. Consta de varios arcos apuntados, y en el centro del río, contra corriente, avanza un fortísimo espolón o estribo que remata en varias hiladas de sillería en degradación, y sobre él aparece un «arco ladrón» en herradura, que llaman el ojillo para dar salida a las avenidas impetuosas. Del extremo sur, el que da a la población, arranca en zig‑zag la pontezuela que se dirigía hacia el barranco del Alamín, y cruzándolo, seguía camino por la margen izquierda del río (el camino salinero) sin necesidad de subir a la ciudad. En el fondo del puente se levanta un monolito pétreo en el que se ve borrosa leyenda explicativa del arreglo que de este puente hizo Carlos III, tras su derrumbamiento en 1757 por fuerte inundación. Fue el arquitecto montañés Juan Eugenio de la Viesca quien se encargó de llevar adelante esta obra de restauración. En el siglo XX se le privó del pretil de piedra y la chepa central que aún, tras las muchas reformas, le confería un verdadero aire medieval, hoy ya perdido.

Un libro en el que se habla de puentes, y trae un especial capítulo dedicado al árabe de Guadalajara, es el que firmó Juan José Bermejo, titulado «Guía de los puentes de Guadalajara«. No sólo el de Guadalajara capital, sino muchos otros de la provincia, componen un mosaico atractivo de arquitecturas útiles.