Jesús AYUSO
Moratilla de los Meleros (Guadalajara), 1941
Librero

Conocido en los ambientes literarios de Madrid y de toda España, como librero, editor y propietario de la Librería Fuentetaja. A sus 69 años, Jesús Ayuso tiene en su haber la Medalla de Oro al Mérito en el Trabajo, y es hoy por hoy un referente en el mundo de la cultura. Sus inquietudes le han llevado a desarrollar desde hace 20 años un proyecto de plantación de árboles, en el municipio en el que nació. Está en posesión de la Placa al Mérito Regional que le entregó el Presidente Barreda en mayo de 2009. Su inquietud le ha hecho cambiar el concepto de librería: la clásica que regentó durante decenios en la Calle de San Bernardo de Madrid la ha llevado a otro edificio, en la misma calle, pero más ágil, moderno y sobre todo más divertido. En la planta baja la librería, en la del sótano un espacio para la cultura, las presentaciones y las charlas, y en la alta una cafetería y restaurante en la que se puede seguir hablando de libros y de proyectos. Su simpatía y generación de ideas le abren las puertas de dónde va y los corazones de quienes le conocen.

En la Revista “Castilla-La Mancha” de febrero de 2010 ha aparecido esta entrevista a Jesús Ayuso, firmada por E. Díaz

La escritora Clara Sánchez dice de usted que "No hay vez que se hable con él que no tenga un pro­yecto entre manos. Desde luego ha venido a este mundo para activar y transformar lo que está a su alcance" ¿Qué opina al respecto?

Tener un proyecto es tener vida; proyectos no me faltan, lo que me falta es tiempo para llevarlos a cabo. Cuan­do pienso en hacer algo, pienso en el colectivo al que pueda llegar. Lo más bonito es que tus emociones las pue­dan vivir otras personas y ellas sean tan sensibles que al final se integren en tu idea, en tu proyecto. Siempre in­tento motivar a todos, de suerte que al final te exijan cumplir esa idea que tuve. El protagonismo de cualquier proyecto lo debe tener la sociedad en conjunto, pero siempre tiene que haber alguien que lo promueva. Las energías son provocadas por la razón y por las emociones. 

A sus 69 años tiene en su haber la Medalla de Oro al Mérito en el Tra­bajo que le concedieron el año pa­sado ¿Cómo mira hacia el pasado y cómo afronta el futuro que tiene por delante con tantos nuevos pro­yectos en mente?

El valor que tiene para mí ese pre­mio está relacionado con el agradeci­miento a mi entorno y a quienes me apoyaron. Al final es el reconocimien­to a una vida activa que ha procura­do estar siempre en vanguardia en el plano laboral y también en el social. A este respecto, creamos cultura y también creamos naturaleza desde que mi padre en mi pueblo, Moratilla de los Meleros, me dijo que había que ayudarla plantando árboles. De mi padre me quedo con la amplia visión de futuro que tenía y con las lecciones de vida que nos dio a todos y que nos sirven a la hora de emprender nuevos proyectos, a pesar de las dificultades que pueda haber, siempre pensando en que el día de mañana lo que hoy hagamos puede ser un referente.

Es usted probablemente uno de los libreros más antiguos de España ¿Qué significa para usted ser librero?

Es mi oficio, algo que atiendo con mucho cariño y gusto porque disfruto al comunicar, al saber que puedo ofrecer a quien tengo enfrente algo que necesita y busca. Pasamos de¡ virtualismo tan práctico que hoy puede existir en la red a una realidad física, a un libro, a través del que das una orientación. Al fin y al cabo eso es pedagogía.

Un bombero apaga los fuegos y salva vidas, un arquitecto construye casas, un periodista informa de las cosas que pasan en el mundo ¿Para qué sirve un librero?

Los oficios están integrados en la demanda social que pueda existir. El librero de hoy es diferente, porque tiene otros instrumentos de información y eso hace su labor más tecnológica. La labor de los libreros de antaño era más humana. Tú tenías que estar con la persona y acompañarla y ahora el individuo se acerca al conocimiento a través de un instrumento tecnológico. Antes, el librero hacía casi como una terapia, una labor de comunicación permanente. Alguien necesitaba un libro y tú se lo dabas. Desde siempre he tenido un gran amor a los libros y he hecho una extrapolación del estudio al oficio.

Hace ya algunos años vendía usted libros prohibidos y la gente se sentía libre al leerlos, sin embargo, ahora que podemos leerlo todo, la gente no le pone tanto empeño...

Todo lo misterioso es muy atractivo, en cualquier índole. Lo prohibido era una resistencia pasiva que había, pero a su vez era necesaria en la época del franquismo. Había una lectura única de la ideología, solo se sabía lo que decía el régimen; era una información totalmente pasiva. Lo activo era dar información al público de cosas que aquí no existían, pero en Europa y en América sí. Lo que la gente buscaba era vencer esa resistencia de la censura para ofrecer unas alternativas mucho más ricas de las que te daban aquí. Anhelábamos la libertad, el grito de esperanza al que todos tenemos derecho.

Supongo que en aquella época de librero clandestino conoció a mucha gente interesante y vivió muchas experiencias ¿Qué hubo de bueno en esos tiempos de falta de libertad y de represión?

El conocimiento estaba reservado a muy pocos. La inquietud partía de una minoría y esa minoría era la que realmente rompió esa quietud o pasividad social. Esa quiebra es la que, de alguna forma, le daba poder al librero. Tenías en tus manos la posibilidad de romper ese tabú de la admisión de verdades a ciegas por parte de los pedagogos de la época, que eran franquistas porque así los seleccionaba el régimen. Sentías un fervor especial cuando podías entregar esa diferencia. De esa entrega que tú hacías te nacían muchos amigos. Creo que a casi todos los que hoy están o han estado en el poder los conocí a través de esos libros que teníamos en Fuentetaja, que fueron sus instrumentos de formación divergente a la oficial.

En los últimos años contamos con infinidad de canales de televisión y nuevos medios de comunicación ¿Cree usted que estos nuevos medios nos están absorbiendo tanto que la gente se olvida de leer?

No cabe duda de que el exceso de información desorienta, sobre todo por la rapidez. La noticia de ahora a los cinco minutos ha cambiado radicalmente y a veces no sabemos qué subyace en el trasfondo de las cosas. Los mensajes directos y subliminales hay que analizarlos y eso se hace contrastando opiniones, que es a lo que no nos da tiempo hoy por este exceso de información. Antes todo tenía una segunda lectura y todos ten íamos que entender y saber quitar el velo que llevaban todos los escritos. Había que saber del mismo código de entendimiento. Creo que esa era una de las claves por las que la sociedad que estaba en la heterodoxia del régimen estuviera tan unida.

¿Cree usted que la era digital acabará con la era de¡ papel?

Creo que hay que mantener a Guttenberg. La virtualidad es maravillosa, pero nos gusta ver las cosas impresas, porque así parece que tienen más consistencia, más realismo. Por eso, entiendo que han de convivir. Además, la velocidad de la tecnología es un factor multiplicador para favorecer la lectura.

Un lector ¿nace o se hace? ¿Nos tienen que inculcar el hábito de la lectura desde pequeños o, sin embargo, podemos adquirirlo y desarrollarlo con el tiempo?

Pocos nacemos con una clara inclinación. Tu entorno social es el que te hace lector, te mueve hacia una conducta u otra. El entorno social te da las pautas de¡ futuro. La clave de todo es que te guste. La afición que puedas tener a la lectura muchas veces es proporciona¡ al placer que puedas sentir por el conocimiento de eso que tú has buscado. Hoy a la gente le gusta lo más inmediato. El videojuego es más cómodo que la lectura, que es mucho más pasiva, porque tienes que reflexionar acerca de lo que estás leyendo. También es importante que tengas afición y ganas de aprender y descubrir cosas nuevas.

Hábleme de su nuevo proyecto, de la nueva librería Fuentetaja ¿Qué nos vamos a encontrar quienes la visitemos?

Hemos cambiado el envoltorio de la librería y la ornamentación, que es cómplice de la lectura. Externamente se ha hecho un museo que recoge el pasado de los grandes poetas, como Miguel Hernández, García Lorca, Machado o Alberti, aunándolo con la tecnología de la era industrial. Esto está proyectado en los 60 metros de paredes de la fachada. Al abrir la puerta, lo primero que encuentras es una librería envuelta en acero junto con una pintura muy íntima que nos proporciona un espacio de recogimiento donde la gente encontrará libros que le apetecerá leer, aunque solo sea por el placer de estar entre ellos.

En el sótano encontramos la magia de¡ misterio, catacumbas que ahora son una sala de exposiciones, un centro musical y un espacio para la presentación de libros. Lo que hoy es la librería fue el Gran Café de San Bernardo a finales de¡ siglo XIX y tuvo una singularidad: la mejor parroquiana de aquel café fue Emilia Pardo Bazán, que vivía en el piso de arriba. Por allí pasaron Benito Pérez Galdós, Blasco lbáñez, Lázaro Galdeano y un jovencísimo Enrique Jardiel Poncela, que era un gran lector a sus ocho años. En el siglo XX Margarita Landi también estuvo por allí.

En la planta primera hemos creado un café literario con restaurante y un centro de lecturas de ocio. Max Estre a, el personaje de Valle Inclán en Luces de Bohemia, es el nombre de esta cafetería, donde servimos platos con los nombres de los personajes de esta obra. Es un lugar muy acogedor, muy íntimo...

Desde hace más de 20 años desarrolla un proyecto de plantación de árboles en su pueblo, Moratilla de los Meleros ¿En qué consiste este proyecto, para la gente que aún no lo conozca?

Mi padre creó una plantación de pinos con una finalidad preventiva, porque había un corrimiento de tierras perjudicial para su embalse. Por eso plantó 30.000 pinos en toda la ladera de¡ monte. De los 56.000 árboles que ya hemos plantado, hay 150 especies diferentes, porque lo que no se prueba no se sabe si tendrá vida. Los árboles son vida y ¿por qué no hacerlo?

Usted es un auténtico embajador de Castilla‑La Mancha y su cultura. Si nuestra región fuera un libro ¿qué libro sería?

Nuestra región tiene que ser un libro material, un icono a tener en cuenta que todos tenemos que defender. Don Quijote es nuestro icono, una utopía que desenmascara las tropelías sociales de aquel entonces que hoy siguen existiendo. Los molinos contra los que luchaba Don Quijote son el símbolo de La Mancha. Necesitamos recrearnos y vivir nuestros mitos para ser felices, porque si carecemos de referencias perdemos el norte.

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aache@ono.com - noviembre 01, 2013