Nacido en un lugar mínimo y remoto del páramo molinés, en Rueda de la Sierra, alcanzó la máxima prelacía eclesiástica en la Diócesis de Madrid. Diócesis que además estrenó, porque tras su creación él fue el elegido para ocupar por primera vez esa silla recién dispuesta. Una vez más, la inteligencia y el trabajo daban su fruto de conquista, y aunque don Narciso actuó siempre como un servidor de la gente que le rodeaba, con la perspectiva que dan los años y el análisis histórico podemos decir que él fue un vencedor, que culminó con aplauso la carrera de su vida, aunque esta terminara tronchada violentamente por el disparo homicida del cura Galeote.
Nació nuestro personaje en el pueblecito de Rueda, el 29 de octubre de 1830, de padres labradores, aunque de rancia prosapia porque el caserón con escudo que aún se ve junto a la iglesia, y frente al monolito que le recuerda en su lugar natal, había sido desde siglos antes testigo de las biografías de numerosos caballeros y letrados de la familia de los Martínez-Vallejo, sus ancestros. Estudió en el colegio de Molina de Aragón, obteniendo notas muy brillantes, y luego acudió al Seminario Conciliar de San Bartolomé de Sigüenza, donde entre los años 1853 a 1855 aprobó con la nota de Meritissimus los estudios de Latín y Filosofía. Qué valientes, aquellos muchachos, que se dedicaban con tesón y entusiasmo al estudio de tales materias..... tal como está hoy el mundo, nos parecen seres de otra galaxia! Por haberse suspendido las enseñanzas de Filosofía en los Seminarios españoles, hubo nuestro personaje de trasladarse a la Universidad Central, y allí continuar los estudios que terminó en julio de 1856 recibiendo el grado de Bachiller en Filosofía con la calificación de Sobresaliente. Vuelto a Sigüenza, siguió los estudios eclesiásticos hasta los más altos grados, siendo una cadena de éxitos sus calificaciones: alcanzó el grado de bachiller, y luego el de licenciado en Derecho Canónico. Después el de Doctor en Sagrada Teología, y también ejerció como profesor de la Cátedra de Lengua griega, que dominaba a la perfección. Fue nombrado directamente por el Obispo Benavides Bibliotecario del Seminario seguntino. En 1857 fue ordenado de Presbítero y en 1864, tras la correspondiente oposición, ganó plaza de Canónigo en el Cabildo de la Catedral de su diócesis. De Sigüenza, don Narciso se abrió al mundo. El reducto medieval de la vieja Segontia se le quedaba pequeño, y opositó, en 1864, a una canonjía en Granada, que ganó, siendo nombrado de inmediato director del Seminario Central de aquella diócesis, dotando a aquel centro de enseñanza de numerosos adelantos para la época. Pero al mismo tiempo Martínez Izquierdo desarrolló una carrera política en la que obtuvo los éxitos que su capacidad merecía. Fue elegido Diputado a Cortes por los electores del Señorío de Molina de Aragón. Y en el hemiciclo de la carrera de San Jerónimo dejó oir su voz en varias ocasiones. En 1876 fue elegido Senador por sus mismos paisanos, y en 1881 el mismo cargo electo por la provincia de Valladolid. A fines de 1873, y con el consentimiento del gobierno de Castelar, la Santa Sede le nombró Obispo de Salamanca, haciendo su entrada en la diócesis salmantina el 7 de marzo de 1874. Con tiempos más bonancibles para la Iglesia, Martínez Izquierdo pudo realizar una amplia labor de mejora en la catedral, las parroquias, el Seminario y Colegios varios. Fue entonces muy famosa la Carta Pastoral colectiva que él dirigió y fechó el 19 de marzo de 1885 sobre las libertades de Imprenta y de Cátedra. Y finalmente, la llegada a Madrid. Creada con el nombre de Madrid-Alcalá, esta nueva diócesis que acogía territorios clásicamente dirigidos desde la inmensa archidiócesis de Toledo, fue ocupada por don Narciso en agosto de 1885. También en la capital de España se dedicó, con un brío envidiable, a la organización del Cabildo, las Parroquias, el Seminario, las Misiones, los Conventos, etc. La envidia, que hace su nido en cualquier corazón humano, lleve o no lleve las vestimentas talares, fraguó el crimen que cometió otro cura, Galeote, la mañana del 18 de abril de 1886, domingo de Ramos, cuando el Obispo de Madrid-Alcalá y molinés de pro, don Narciso Martínez Izquierdo, bajaba las escaleras de la catedral de San Isidro. Muy mal herido, agonizante, al día siguiente entregó su alma a Dios. Y la bala, que fue extraída del cuerpo del molinés por la pericia quirúrgica de otro alcarreño, don Juan Creus y Manso, hoy se conserva en una pequeña cajita preciosa, como si fuera una joya dorada, en la casa donde naciera, en Rueda, en la que yo la he visto y parece flotar aún la alegría del joven colegial que salió de allí, siendo niño, rumbo a los latines de Sigüenza y los ritos solemnes de las más altas catedrales de España. [Return to Alcarrians Distinguished - Main Page]© Panel mantenido por A. Herrera Casado - Guadalajara |