Francisco de Mendoza el Indio 

Francisco de MENDOZA
Político. Protomonarca de México y Perú.
Socuéllamos (Ciudad Real), 1523 - Málaga, 1563. 

Ruta Vital de don Francisco de Mendoza el Indio
por Francisco Javier Escudero Buendía
autor de la obra "Francisco de Mendoza, el Indio", AACHE, 2006.

Francisco de Mendoza fue el segundo hijo varón de don Antonio de Mendoza, primer Virrey de la Nueva España (México) y después del Perú. Nacido alrededor de 1523-1524 en la Casa Encomienda que su padre tenía en Socuéllamos (Ciudad Real), su padre lo reclamó para que fuera Visitador General del virreinato en el año 1542, después de haber obtenido en España los cargos de Capitán de Galeras junto a su tío y padrino Don Bernardino de Mendoza y Alcaide de las fortalezas de Bentomiz y Vélez Málaga, cuando todavía era un niño, y haber participado en las batallas navales de Arbolán y Argel (1540-1541).

Durante los diez años que permanece en los “reinos” de México y Perú se labra una carrera ascendente junto a su padre, preparando desde el mismo momento de su llegada la sucesión en el cargo y el virreinato perpetuo y hereditario en una dinastía de los Mendoza en América, como antes habían hecho sus antepasados en el Reino de Granada y el resto de cargos que les habían sido entregados.

Don Francisco de Mendoza llega a gobernar “de facto” y en solitario en el palacio virreinal de la capital mexicana durante unos meses (1549-1550), mientras su padre convalece de su enfermedad en Oaxaca (Morelia); es el momento en que está a punto de pasar a la historia de América y del mundo como el heredero de la dinastía de los Mendoza, apoyado por un movimiento “autonomista” de la colonia compuesto por múltiples religiosos – Fray Bartolomé de las Casas -, políticos – los oidores de la Audiencia -, encomenderos y el propio cabildo – Ayuntamiento – de la Ciudad de México.

Sin embargo el envío del Visitador e Inquisidor Tello de Sandoval (1543-1547), que pone en graves aprietos a ambos gobernantes y está a punto de suponer su remoción del cargo, y la posterior y taxativa negativa del rey mediante cédula a las pretensiones de don Antonio de Mendoza (1550), nombrándole Virrey del Perú, un ascenso envenenado, supone el final de la carrera americana de don Francisco de Mendoza, su hijo, quien aún estará a punto de participar en una armada contra Gonzalo Pizarro (1547), y realizará una relación geográfica del Virreinato del Perú y Cerro del Potosí, hoy perdidas (1552) por la que debería haber pasado a la posteridad como geógrafo de las Indias.

Durante su vuelta a España, don Francisco intentará rentabilizar los cuarenta años de servicio de su padre y los diez suyos, así como el aprendizaje de las diversas técnicas agrícolas y mineras, solicitando diversas mercedes al rey Felipe II en Flandes, que le fueron concedidas a partir del año 1554, en forma de un extraordinario y riquísimo repartimiento-encomienda en Perú (Pocona y otros pueblos) con un valor de 20.000 pesos anuales, que se completó a partir de 1556 con su nombramiento como Visitador primero y Administrador después de las Minas de los Reinos y de Guadalcanal (Sevilla), cargo que le reportaba 2.000 ducados anuales.

Al año siguiente, la muerte de su tío Bernardino y su hermano don Íñigo en la batalla de San Quintín (1557), le reportó la obtención de la Encomienda de Socuéllamos, cuyo valor en cada ejercicio superaba los 800.000 maravedíes, y poco después (1558), su ramillete de cargos públicos aumentó con su nombramiento de Factor de las Especias (jengibre, pimienta, clavo, canela, etc.) en España y Nueva España (México), lo que en caso de haberse materializado en la práctica podría haberle llevado a obtener 50.000 ducados.

Todos estos emolumentos le convirtieron en un hombre inmensamente rico, aunque a tenor de las fuentes sus propiedades mexicanas (Apaseo, Maravatío, etc.) compradas en tiempos de su padre el virrey, ya le daban suficiente rentabilidad como para ser considerado así en Las Indias, como lo hicieron constar repetidamente muchos cronistas de la época.

Todo ello le llevó a plantearse llegar mucho más allá que cualquiera de sus parientes cercanos, construyendo su legado y mayorazgo en forma de compra de las villas de Estremera y Valdaracete (Madrid), anteriormente Encomiendas de la Orden de Santiago, lo que le costó la enorme cifra de 160.000 ducados, con la no oculta intención de convertirse en el futuro Marqués de Estremera creando una nueva estirpe mendocina independiente de la de los Condes de Tendilla y Marqueses de Mondéjar (Guadalajara) de donde procedía, merced que el rey le negó.

En estos momentos, una nueva desgracia, como fue el naufragio de La Herradura del año 1562, en que murió el Capitán General de Galeras de España, su primo don Juan de Mendoza, hijo de su tío y padrino don Bernardino, le supuso por derecho de “sucesión” hacerse acreedor del cargo por delante de figuras de la época como Andrea Doria y como primera misión se le encargó el socorro del Peñón de Vélez de la Gomera, en poder de los españoles pero que estaba sitiado por los turcos.

A pesar de que la “jornada” como se llamaba entonces fue todo un éxito y acabó con victoria aplastante, apenas pudieron apresarse cuatro barcos franceses de abastecimiento, y los numerosos enemigos de Mendoza intentaron desacreditarle, aprovechando que había caído enfermo posiblemente de malaria en Málaga, y por supuesto no pudo acudir a la siguiente misión que fue atacar el Peñón de Vélez de la Gomera. Falleció de esta enfermedad el 26 de julio de 1563.

Las cuantiosas deudas y censos en cantidad de 240.000 ducados que había pedido en préstamo para poder acceder a la adquisición de sus señoríos y múltiples negocios, y para las que contaba con sus múltiples rentas personales, le pasaron una terrible factura.

Los monarcas le revocaron una tras otra todas sus concesiones, que al no convertirse en hereditarias en las personas de su reciente esposa y prima Dª Catalina de Mendoza y su sobrino D. Diego de Córdoba, alias don Antonio de Mendoza, llevaron a éstos a negociar con ellas, venderlas por escaso precio e incluso a renunciar a la herencia y a la condición de herederos y a llevar el nombre de la estirpe “Mendoza” que por falta de descendientes varones también se perdió. Todas las posesiones materiales, muebles e inmuebles, las villas de Estremera y Valdaracete, sus archivos y bibliotecas, sus enseres personales, fueron vendidos en pública subasta y todo el legado de los Mendoza americanos, virreyes de México y Perú cayó en el olvido.

Tan sólo han quedado para la historia las múltiples referencias que tanto los cronistas de Indias como Garcilaso de la Vega “El Inca”, Diego Fernández “El Palentino”, Antonio de Herrera y otros hicieron a hechos tan notables como el solemne recibimiento que recibió don Francisco de Mendoza en la ciudad de Cuzco (Perú) como verdadero estadista, así como ensayistas y literatos que loaron repetidamente sus hazañas marineras, como Pedro de Salazar, Pedro Barrantes, Juan Vilches e incluso el propio Miguel de Cervantes que lo cita en una de sus obras de Argel “El Gallardo Español” como personaje e incluso con su propio diálogo.

Francisco de Mendoza ha pasado además a la historia de la medicina americana por haber sido el promotor del Códice de la Cruz-Badiano, primer libro sobre herbolaria azteca, así como a la historia del azúcar por haber sido propietario del “ingenio” y mayor fábrica de la época (Orizaba).

 

Más información sobre este personaje
en la obra de Escudero Buendía, F.J.: Francisco de Mendoza, el Indio, AACHE ediciones, 2006.

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aache@ono.com - diciembre 31, 2010