Cinco siglos de un escudo

Se han cumplido, en 2022, los 500 años justos de la promulgación del Perdón General que el gobierno del Emperador Carlos promulgó para zanjar con un “borrón y cuenta nueva” el alzamiento de las Comunidades de Castilla. El día de Todos los Santos de 1522, en la ciudad de Valladolid, extendió y firmó este edicto, en el que solo quedaban exentos del perdón unos 200 nombres de los más significados en la revuelta, o que llevaban en sus manos mucha sangre derramada.

Entonces fue cuando el gobierno cesáreo impuso que las ciudades de Castilla, y especialmente las que se habían alzado, tallaran en gran tamaño las armas de Carlos I de Habsburgo, y las situaran en el frontal de las puertas más transitadas de estas ciudades, para que todos recordaran quien era, sin lugar a dudas, el que mandaba.

En Guadalajara se cumplió la norma, y se talló, por mano experta, un gran escudo de armas con los símbolos de los reinos que comandaba Carlos. Y ese escudo se colocó sobre la Puerta del Mercado, que estuvo justamente sobre el lugar en el que ahora empieza la Calle Mayor, desde Santo Domingo (plaza que se dedicó al mercado desde siglos antes).

El escudo lleva talladas las armas de los reinos en los que Carlos tiene su poder: Castilla, León, Aragón, Navarra, Sicilia, Nápoles, Austria, Borgoña, Brabante, Flandes y Tirol, con Granada en la punta. Se acola del águila bicéfalo, símbolo de los dos imperios que comanda: el Imperio Español, y el Sacro Imperio Germánico. Al timbre van puestas las dos columnas del Plus Ultra, las dos cruces coronadas de San Andrés, la corona Imperial con el Orbe, y todo rodeado del gran collar de la Orden del Toisón de Oro.

Este escudo se desmontó cuando se derribó la referida Puerta del Mercado, a mediados del siglo XIX, y se colocó en un muro del entonces naciente Instituto de Enseñanza Secundaria, que hoy lleva por nombre “Liceo Caracense”, y que había sido primero Palacio de don Antonio de Mendoza y luego convento de monjas franciscanas. Ahí sigue, y ya va para dos siglos, causando la admiración del que lo mira, y recordando aquel “Perdón General de Todos los Santos” con el que Carlos Rey quiso terminar la Guerra de Comunidades. De eso hace ahora cinco siglos justos.