El Santuario de Barbatona

Barbatona es un pequeño lugar de la provincia de Guadalajara, en las inmediaciones de Sigüenza, llegándose desde la capital del obispado por carretera, en cinco minutos, o a través del pinar.

El poblado está centrado por la ermita dedicada a Nuestra Señora de la Salud, que recibe veneración de los comarcanos desde hace siglos.

La devoción a esta Virgen tiene su origen remotísimo, nacido en los tiempos medievales en los que tantas imágenes se «aparecían», cuando en realidad lo que ocurría es que se encontraba alguna talla escondida anteriormente, por miedo a las invasiones árabes, entre algunas rocas o zarzas. Dice la leyenda, en este caso de Barbatona, que la Virgen se apareció a un pastor entre las ramas de un pino, y así las gentes de la región indicaban un árbol ya viejo y desgastado con el nombre del «Pino de la Virgen». El hecho es que la talla de María pertenece a la baja Edad Media, posiblemente del siglo XIII, pues en un estilo románico algo evolucionado aunque todavía sim­ple y esquemático, está hecha.

La primitiva ermita, de corte medieval y chata espadaña triangular de remoto origen medieval, fue, utilizada para el culto mariano hasta 1835, en que se comenzó a levantar la actual. En 1854 se puso el pórtico metálico y se alzó la espadaña, y, finalmente, en 1865 se le agregaron las dos naves laterales. Una amplia barbacana o mirador sobre el paisaje circundante, se extiende ante el santuario, y en prolongación de ella la hospedería de peregrinos, que fue levantada en 1881, y en 1925 se amplió con un segundo piso, un amplio salón, con que hoy cuenta.

En el interior, destaca el gran retablo de corte barroco, con dos pares de columnas estriadas y rodeadas de voluta vegetal, sin gran mérito en cuanto a su razón artística, pero ostentando en el centro la imagen de la Virgen de la Salud, instalada sobre una plataforma giratoria, que permite ser vista de frente desde su Camarín. Se accede a éste por una escalera que parte desde las puertas laterales del retablo. El techo del Camarín se encuentra decorado con sencillas pinturas al fresco en que vemos los atributos y símbolos de la Virgen.

Se hacen dos Marchas a Barbatona, desde Sigüenza: son los primeros domingos de mayo y de septiembre. Acuden miles de personas, con gran devoción, oyendo misa en la explanada, y visitando luego todos el templo y el camarín. Antiguamente, la profusión de exvotos y cuadros votivos era ingente y llenaba los muros del templo, las columnas y casi hasta las techumbres. Hoy se ha limpiado y sólo se mantienen aquellos más antiguos o curiosos. En otros ­pequeños cuadros de arte popular, que hoy rellenan dos paredes del templo mariano, vemos retratado el problema incesante de las desgracias, los accidentes y las enfermedades que acechaban a los pobladores de la tierra seguntina. Sobre, una cama pequeña o rica, junto a los familiares atribulados, yace el enfermo. Y en un ángulo de la escena, resplandeciente y coloreada, la Virgen se aparece trayendo la salud perdida.

Es muy curioso el estudio que ha hecho Eulalia Castellote Herrero sobre el conjunto de estos exvotos de Barbatona. La mayoría de ellos son de un popular aire barroco. De los más antiguos es el que dice: “Año de 1737. Estando Esteban Arauz y Cámara mui a las últimas de una grabe enfermedad, le ofrecieron sus Padres a Esta Santa y Milagrosa Ymagen. En breve fue sano”. En otro de 1755 se retrata la primitiva ermita en su interior, pues se va a una madre y sus hijos ante un pequeño altar, y debajo se lee: «Allándose Francisca Yturmendi cuatro meses baldada y Manuel y Ramón de Aguas gravemente enfermos, se ofrecieron al mismo tiempo sus dos hijos a Nuestra Señora de la Salud, por cuia yntercensión fue su Magestad servido concedérsela y vinieron a su santa ca a dar las, devidas gracias el Año de 1755». En estos cuadritos, se ve desfilar la patología, un tanto oscurecida por la ignorancia, de aquellos días: fiebres de sobreparto, tabardillo, calenturas, vómitos de sangre, carbunclo, dolores de costado… Y cientos de dolencias y desgracias desaparecían tan sólo hacer advocación y ofrecimiento a la Virgen de la Salud. Los cuadritos eran pintados por profesionales del tema, que daban a su arte un cariz de infantil llaneza, y un colorido que gustaba a quien lo pedía. Se sabe que en el s. XIX era un señor apellidado Gómez, vecino de Sigüenza, quien se en­cargaba de esta tarea.

Los exvotos, manifestación de Fe

Para el simple curioso, Barbatona tiene muchos otros valores aparte del eminentemente religioso y cristiano: tiene el valor de la curiosidad etnográfica en sus exvotos. Desde hace siglos, las gentes sencillas (y las adineradas y sabias también, todo el mundo) confiaba a la Virgen de Barbatona sus peticiones de salud y mejoría. Al parecer, durante siglos, fueron numerosos los milagros efectuados por la Virgen, en su entorno de la ermita y a distancia. Comprobados muchos de ellos, dieron lugar a la plasmación en forma de cuadros pintados sobre tablas, en los que se hacía referencia escrita a la persona sujeto del milagro, su oficio, el tipo de enfermedad y la rapidez y totalidad de su curación. Los más pobres, decidían dejar en los muros del templo una nota, o un exvoto en forma de órgano (el afectado, el sanado) de cera, o el elemento que habían llevado anejo a la enfermedad durante años. Así se llenaron los muros de Barbatona de muletas, de pies de cera, de capas y uniformes, de fotografías, de escritos, de velos… poner un exvoto pintado por un artista, representando a la persona sanada, a su familia, a los eclesiásticos colaboradores y a los médicos asombrados, era caro, y no todo el mundo lo podía hacer. Pero se pusieron muchísimos.

Hace cincuenta años, cuando la coronación canónica de la Virgen, eran miles los exvotos que colgaban de los muros, y cientos los cuadros con escenas milagrosas y milagros cumplidos que los adornaban. En reformas posteriores, se fueron retirando unas y otras piezas, hasta quedar hoy reducidas a mínimas representaciones, y a un abultado conjunto de lápidas que no dejan de ser emotivas, pero bastante más aburridas que los antiguos exvotos.

Fue hace unos 40 años que la profesora de la Universidad de Alcalá doña Eulalia Castellote Herrero, inició el estudio de ese conjunto de exvotos, como manifestación polimorfa de la religiosidad popular, fotografiando todos los cuadros que entonces existían, casi medio centenar. Y con ese estudio y esas fotografías completó un impresionante libro cuajado de belleza y sabiduría. Porque constituye un catálogo completo de los milagros pintados, y porque aúna en ellos (la mayoría desaparecidos) el rito del milagro, de la súplica, del agradecimiento.

En el estudio de la profesora Castellote sobre El Santuario de la Virgen de la Salud en Barbatona se muestran las imágenes, a todo color, de los exvotos que se conservaban hace cincuenta años, y de cada uno de ellos el estudio iconográfico y estilístico. Se da cuenta de las formas en que la Virgen aparece en ellos, los enfermos/as, de qué padecen, qué piden, cómo lo agradecen, y quienes están junto a ellos: esposos/as, hijos, curas y médicos, estos últimos siempre vestidos de chaqué y chistera. Un mundo vivo y palpitante que se nos viene a los ojos en estas páginas sorprendentes.

La autora identifica a un total de cinco artistas populares, sin nombre propio, pero con estilos muy definidos, que deberían haber pasado (hoy lo hubieran hecho sin duda) a los anales de la historia artística provincial. Solo uno de ellos, un tal “Soriano” que pintó en 1814 el techo del camarín de la Virgen, con la escena de un milagro que esta obró en el asedio de la ciudad de Sigüenza por los franceses, es el que deja su nombre para la posteridad.

El libro de los exvotos de Barbatona: Eulalia Castellote Herrero, “Exvotos pictóricos del santuario de Nuestra Señora de la Salud de Barbatona”, Aache Ediciones. Guadalajara, 2005. Colección “Tierra de Guadalajara” nº 55, 144 págs. ISBN 978-84-96236-38-7. P.V.P.: 15 €. Solicitar un ejemplar aquí.