Iglesia de Santiago

La iglesia parroquial de Santiago, es la que antiguamente fue del convento de Santa Clara. Se trata de un magnífico edificio del siglo XIV, con algunos aditamentos posteriores y una restauración moderna que ha devuelto al templo su originario carácter. El convento de Santa Clara fue primeramente fundado por doña Berenguela, hija de Alfonso X de Castilla, y más tarde, en 1299, asentado en el lugar definitivo -centrando lo que por entonces era poblada judería- gracias a la magnanimidad de la infanta doña Isabel, señora de Guadalajara, hija de Sancho IV y de María de Molina.

La iglesia se construyó hacia la segunda decena del siglo XIV. Hoy es lo único que subsiste del antiguo convento, pues, una vez emigradas a Valencia, en 1912, las monjas clarisas, se construyó un hotel sobre el edificio monasterial, conservándose así la portada y el claustro, que hace algunos años fueron definitivamente desmontados y trasladados a una finca de Los Santos de la Humosa (Madrid), propiedad de la familia Figueroa. Esta misma familia donó el templo clariso a la ciudad, para que en él se instalara la parroquia de Santiago -derruida la antigua de este nombre, que estaba situada junto al palacio del Infantado, en los últimos años del siglo XIX- y hoy continúa con esta advocación.

Ofrece el templo una fachada a mediodía, de mampuesto con hiladas de ladrillo, con portada central, de piedra, constituida por dos columnas apoyadas en prismáticos pilastrones, y encima un liso entablamento con hornacina que alberga antigua talla pétrea de Santa Clara, y aún más arriba un bello escudo real, exento. Es obra del siglo XVII. Se aprecia también, desde el exterior, parte del muro de poniente, que sobresale sobre la moderna estructura de una entidad de ahorro. Y, desde el patio de la casa-curato, el magnífico ábside orientado a levante, todo él construido con ladrillo, sostenido por contrafuertes de lo mismo, en neto estilo mudéjar.

Al interior, que se ofrece en planta más baja que la de la calle, habiéndose resuelto el problema del acceso mediante una escalera que baja al nivel primitivo, sorprende la magnificencia de su arquitectura, gótico-mudéjar en la mejor tradición castellana. De tres naves, separadas por pilastras octogonales, de sillería, con basas y capiteles de traza gótica. Sostienen elevados arcos apuntados, que aún rematan la nave central en muro surcado de ventanas delgadas y apuntadas también, entre las cuales aparecen escudos reales enmarcados por buenos conjuntos de decoración geométrica de yesería, de la misma época. Remata el conjunto un artesonado original, pero sencillo. Los muros laterales de las naves, así como el de los pies del templo, son de mampuesto e hiladas de ladrillo. Un gran arco, coronado por polícromo escudo real señala el lugar del antiguo ingreso al templo. Hoy ocupa su vano un moderno órgano musical.

La cabecera del templo, que no tiene crucero, se constituye con el ábside y dos capilllas en que rematan las naves laterales. El ábside es una pieza poligonal, de altos muros de la misma estructura que el resto del edificio, con seis ventanales alargados y apuntados, y una cúpula nervada y gallonada en la que el ladrillo cobra su vistosidad máxima. Unos arcos apuntados laterales en los muros del ábside, dan paso a las dos capillas laterales.

La de la nave de la epístola es la llamada capilla gótica que fundó en 1452 el contador del Reino y regidor de la ciudad, don Diego García de Guadalajara, y en ella vemos, sobre el friso de letra gótica en que se dice esta circunstancia, una magnífica cúpula de nervaturas y gallones atrevidos, con pinturas de dragones y escudos del fundador, apareciendo en un muro de ella, lápida sepulcral, con escudos y leyenda alusivos a sus ascendientes.

La capilla que remata la nave del Evangelio es más moderna, del siglo XVI en sus comienzos, y fue trazada muy probablemente por Alonso de Covarrubias. Consta de un alto arco de entrada, de muy aguda ojiva, exornado en un intradós por casetones con rosáceas, y apoyado en altísimas pilastras que culminan en bellos capiteles foliáceos de tipo corintio. Su cúpula es de nervatura, de tradición gótica. En su interior vemos, al fondo, el mausoleo plateresco que mandó construir para su enterramiento el fundador de la capilla, don Juan de Zúñiga, caballero de Santiago y embajador en Portugal hacia 1525. Consta de dos aplanadas pilastras entre las que queda un arcosolio de medio punto, casetonado en su intradós, y sobre él un bello friso, muy adornado de grutescos como el resto del enterramiento, coronándose con trilobulada concha en cuyo interior, así como en la basa, aparece el escudo de Zúñiga y Orozco. En el interior de ese nicho estuvo la estatua yacente del caballero alcarreño, que fue vendida por las monjas a un anticuario en los principios de este siglo, ignorándose su actual paradero. Su situación primitiva fue más baja, apoyado directamente sobre el suelo, en el muro izquierdo donde hoy se ve una lápida con escudos nobiliarios y leyenda alusiva a la abuela del fundador, doña Isabel de Vera, señora de Rello.

En el templo lucen otros detalles artísticos, modernos, puestos en la última restauración, que suman valor a este magnífico templo arriacense.