Illana existe y te va a sorprender

La Geografía

Se encuentra este importante enclave poblacional en el borde más meridional de la comarca de la Alcarria, la comarca que da caracter y apelativo de la provincia de Guadalajara. Se sitúan los más de 93 kilómetros cuadrados de su término, allí donde las mesetas de la Alcarria se diluyen suavemente en las llanas tierras que bordean al río Tajo, conformando ya los anchos y abiertos paisajes manchegos. Dilatados horizontes y arroyos que desde los altos van confluyendo hasta dar en el gran río. Entre algunos de esos vallejos poco pronunciados asienta el numeroso y densamente poblado caserío manchego de Illana.

Se sitúa la villa a 750 metros de altitud sobre el nivel del mar. En este sentido, sería también el más elevado de los lugares manchegos. El entorno geológico de Illana consiste en una plataforma caliza, acuchillada en múltiples lugares por la erosión del río Tajo y sus numerosos afluentes que no llegan a constituir otra cosa que humildes arroyos. Su topografía está suavemente ondulada por la sucesión de cerros y vallejos. De estos últimos, solo 12 hectáreas del territorio contienen olmos, chopos y algunos encinares esquilmados. La mayor parte del término se dedica a la agricultura, con unas 5.000 hectáreas destinadas al olivar, lo que constituye su producción más señalada, quedando muy secundaria la utilización del suelo con destino a cereal y viñedo. Este último cultivo, y su correspondiente producción de vinos, fue antiguamente muy abundante y celebrada.

Solamente 12 hectáreas del territorio se dedican a los huertos. Hay también algo de ganadería, fundamentalmente ovejas, y bastantes colmenares con suculenta producción de miel. Algunos molinos y almazaras se distribuyen por el término. La población ha ido disminuyendo en el ritmo ya conocido de toda la submeseta castellana. Acelerada pérdida en los años 50-60 de este siglo, que levemente se ha recuperado en el último decenio. De 1623 habitantes con que contaba a principios de este siglo, se ha pasado a menos de la mitad, 754 tan solo, en 1981.

El Diccionario de Pascual Madoz, a mediados del siglo XIX, describe la situación de Illana con su proverbial minuciosidad. Dice que se encuentra en la provincia de Guadalajara, en el partido judicial de Pastrana, y en la diócesis de Toledo. No lo visitó Madoz, es obvio, pues lo describe como situado en un estrecho barranco dominado por cerros de bastante elevación y atravesada por dos arroyuelos, lo cual crea una imagen de fragosidad que no se corresponde en absoluto con la de esta villa. Las enfermedades más frecuentes de Illana, según su comunicante, eran las fiebres gástricas (?).

Tenía en 1850 unas 400 casas, con el Ayuntamiento que llevaba anejo el edificio de la cárcel, la escuela de primeras letras, y una casa-hospital en estado ruinoso, mas la iglesia que todavía tenía anejo el cementerio, y del que se decía que a pesar de éllo no había afectado a la salubridad pública.

En su terreno, circuido al norte por las sierras de la Saceda, Traserra, Barajas y La Bugeda, se encontraban tres despoblados (los de Aldovera, Santa María de Cortes y Vallaga) y otras tantas ermitas (las de Nuestra Señora del Socorro, Santa Ana y San Juan).

Entonces se hallaban montes o bosques de encina, atravesados de arroyos y del río Tajo. En su producción sobresalía, como hoy, el aceite proveniente de sus amplios olivares. Además daba el término trigo, cebada, avena, legumbres varias y mucho vino, de excelente calidad. En los montes se obtenía leña de combustible y carboneo, y pastos para mantener a los rebaños de ganado lanar y cabrío. En las aguas del Tajo se pescaban barbos, anguilas y otros peces, y de sus cielos caían a tiros las perdices, o de sus montes surgían cazados los conejos y liebres.

Todavía en 1850 había en Illana cuatro molinos aceiteros, una fábrica de curtidos, cuatro telares de lanas y lienzos ordinarios de cáñamo y lino, incluso con hilados de sogas, haciendo buena su proverbial industria de los tejidos, surgida en los comienzos del siglo XVIII, cuando don Juan de Goyeneche extendió hasta esta villa sus iniciativas empresariales.

La Historia

El origen de Illana es antiquísimo. Por aquí pasaba la vía romana y luego camino real, de Cuenca a Huete y a Madrid. El nombre del pueblo ya prueba su probable ascendiente romano (Illana = Juliana). Las orillas del río Tajo, al menos en sus tramos más amables y transitables, fueron asiento de abundantes villas y explotaciones agrarias en la época del Imperio. Los árabes fueron dueños de estas sierras de Altomira y márgenes del Tajo (y con seguridad habitantes también de Illana), durante varios siglos, pasando después el territorio, en el siglo XII, al reino cristiano de Castilla, quedando este término incluido en el alfoz o Común de Zorita, y como ella perteneció a la Orden de Calatrava.

La Orden militar surgida en estas tierras de la Mancha, se expandió notablemente hacia el norte, y en la zona sur de la Alcarria tuvo asentamiento muy poblado y rico: todo el territorio en derredor del puesto de Zorita, estuvo durante siglos en poder de los maestres calatravos. A Illana se la tenía por la Villa más antigua del Común de Zorita, pues en él tenía la prerrogativa de hablar primero que los demás pueblos. Al ser enajenados de las órdenes militares todas sus posesiones y pertenencias, Illana pasó a ser de señorío real, aunque continuó en tierra de Zorita, reconociendo la inmediata autoridad de sus comendadores.

En 1605, Felipe III vendió la villa al marqués de Almonacid, y en el siglo XVIII fue comprada por don Juan de Goyeneche, marqués de Belzunce, quien en la meseta alcarreña fundó un pueblo, el Nuevo Baztán, donde construyó palacio, iglesia y colonia en torno a una floreciente industria de vidrio. Durante el señorío de Goyeneche, Illana conoció su máximo crecimiento, instalándose en ella industrias de tejidos y cordobanes; de curtidos y cordelería; explotándose los famosos vinos, que ya desde tiempos más antiguos, siglos XVI y anteriores, gozaban de excelente fama en la Corte.

Precisamente sería este acaudalado y emprendedor hombre de negocios navarro, don Juan de Goyeneche, quien daría a Illana sus mejores momentos de prosperidad. Como un adelantado del Despotismo Ilustrado, desde los últimos años del siglo XVII Goyeneche puso en marcha, en diversos pueblos en torno a Madrid, industrias y explotaciones de diverso tipo que aprovecharan y transformaran los recursos naturales de la zona. Había nacido este personaje en Arizcun, en el Valle navarro del Baztán, y fue amigo personal del rey Carlos II «El Hechizado», en cuya Corte llegó a desempeñar altos cargos, como el de tesorero de los Ejércitos reales, y el de Contador de su segunda esposa, doña Mariana de Neoburgo. Al llegar los Borbones, continuó su asistencia a la Corte, donde por parte de Felipe V fue también muy querido, alcanzando entonces el puesto de tesorero de la esposa de éste, doña Isabel de Farnesio. Murió en 1735, a los 77 años de edad, en su pueblo de adopción y de fundación, el Nuevo Baztán madrileño.

Juan de Goyeneche tenía en Madrid unas estupendas casas situadas en la calle de Alcalá, cerca del centro (son hoy palacio y sede de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando). Adelantándose a las futuras ideas repobladoras de Carlos III, este magnate se propuso la construcción de un pueblo perfectamente estructurado urbanísticamente, situado en las mesetas de la baja Alcarria, y al que dio el nombre de Nuevo Baztán, en recuerdo de su tierra natal. Tal fundación la hizo en 1709, y poco después fué el notable arquitecto José Benito Churriguera quien se puso como director de las obras, levantando el pueblo entero, y en su centro el palacio del señor, la iglesia y las tres plazas mayores. Sobre la portada del templo, una magnífica talla del santo navarro por antonomasia, San Francisco Javier.

En Nuevo Baztan puso Goyeneche fábrica de vidrios, llegando a producirlos muy buenos. Y en los alrededores, que procuró adquirir y señorear, fue mejorando el nivel de vida de las aldeas poniendo en ellas industrias productivas que transformaran los productos de la tierra y generaran riqueza de transformación. Eso fué lo que hizo Goyeneche en Illana, construyendo las fábricas de curtidos, los cuatro telares de lanas y lienzos, y el taller de hilados de sogas. Además de construirse en la calle principal un fastuoso palacio de estilo barroco, con engalanadas líneas y un gran blasón central, muy posiblemente diseñado por el propio Churriguera.

El patrimonio monumental

Illana está situada sobre una leve eminencia de terreno, circuida de dos barrancos muy poco pronunciados. En el centro se encuentra lo que se llama la Villa propiamente dicha, mientras que por el norte y sur le circuyen los llamados barrios de la Solana y La Umbría. Por sus calles se va encontrando el viajero magníficos ejemplares de palacios, del siglo XVIII, con grandes y bien trabajadas puertas barrocas, numerosos balcones y ventanas, tallados en piedra, etcétera. Es especialmente interesante el ya mencionado palacio barroco de Goyeneche, con portada de complicadas molduras y escudo de armas, así como la casona de los López Coronado, buena pieza de arquitectura popular barroca.

También hay muchos ejemplos de casas populares, ya de construcción manchega con revocos blancos, grandes corrales, pero aún con los detalles alcarreños de enormes aleros tallados, calles estrechas, etc. El barrio de las cuevas era verdaderamente interesante dentro del capítulo de la arquitectura popular, pues mostraba una numerosa serie de viviendas talladas y habilitadas bajo tierra. No hace muchos años que fue completamente desmontado este conjunto.

La iglesia parroquial de Nuestra Señora de la Asunción es un magnífico ejemplar del siglo XVI, aunque su exterior, de sillar y sillarejo, no ofrece apenas detalles de interés; el interior, de una sola nave, es grandioso y bello: se cubre de bóveda nervada, con crucería de complicada traza especialmente sobre el poco marcado crucero. Remata el presbiterio con un retablo mayor, de estilo barroco, churrigueresco, sin dorar, pero de una elegancia suprema. En su centro destaca una imagen de la Inmaculada. En la nave, sobre los muros laterales, destacan algunos otros retablos también barrocos. En la sacristía pueden contemplarse un par de curiosos lienzos, magníficos, uno de ellos representando las Almas del Purgatorio.

En el término de Illana, y junto a la orilla izquierda del Tajo, se encuentra el antiguo caserío de Algarga, rodeado de huertas, olivares y viñedos. Por allí se han encontrado piedras con inscripciones de época romana.

También en la margen izquierda del Tajo, junto al lugar conocido por los Castillejos, en el camino de Mazuecos, sobre una ladera se encuentran las ruinas de una antigua edificación a la que llaman las cuevas del marqués, que presenta fuertes muros de gran sillarejo y enormes losas o ladrillos; con contrafuertes que dan lugar a nichos abovedados entre uno y otro, manteniendo la bóveda en la parte final de lo que era una enorme y larga nave. Parece haber sido edificio defensivo, por su estratégica situación. En su derredor se observan restos de antiguo poblado; todo ello es medieval. En ese lugar debió existir, también en siglos remotos, un puente del que ya en el siglo XVI no quedaban sino los arranques, y por allí cruzaba una barca. Se trata, sin duda, de los restos del poblado y fortaleza de la Encomienda calatrava de Vallaga.

Algún libro de interés, que te ayudará a conocer Illana en su dimensión completa, con sus personajes, sus fiestas, su término enorme, y sus curiosidades: Illana y su entorno, escrito por Antonio Herrera, y publicado por AACHE Ediciones, en su Colección “Tierra de Guadalajara” nº 21, en 1999. Con 112 páginas y numerosas ilustraciones a color. ISBN 9788495179091 y P.V.P. 6 €.

También podrá interesarte el libro que habla de las «Fuentes de Guadalajara«, de Juan José Bermejo, Aache Ediciones. Colección «Tierra de Guadalajara» nº 39, año 2002, con 128 páginas y una referencia a la fuente de la plaza de la villa. ISBN 9788495179845. P.V.P. 10 €.