La Casa de los Palomares en Tomelloso

La Casa de los Palomares

Es este un edificio de arquitectura popular que surge en medio de los campos de la Mancha, en término de Tomelloso.

La Casa de los Palomares se alza entre la llanura como un conjunto de quinterías con corrales exteriores y dos imponentes torres en las esquinas del cerramiento. Es muy representativa de la fórmula constructiva propia de la arquitectura tradicional manchega, las quinterías, de una gran sencillez y humildad. Unas unidades básicas que cobran entidad con un cerramiento que las engloba para crear amplios espacios cerrados sin cubrir y sendas torres, que pese a su uso como palomar, dan la fuerza y casi carácter defensivo a un conjunto construido en tapial con indudable carácter agrícola, ganadero y de la colombicultura.

Descifrando el tapial desgastado del cerramiento se adivinan los cajones de tapial, las tongadas de cada cajón y hasta algunas agujas. Observando el tapial de sus torres desde su interior descubrimos el encintado de las juntas de los cajones de tapial. Un encintado ya casi perdido en el exterior que da un carácter almohadillado al tapial fruto del desgaste y falta de mantenimiento. Los muros se refuerzan en zócalo y esquinas mediante mampostería y un doble alero superior de bocateja da salida al agua de la cubierta.

Y la cubierta a cuatro aguas nos sigue sorprendiendo con el tirante cruzado, pendolón y pares en esquinas atados por cuadrales y aguilones; toda una lección de carpintería sencilla. Hasta los nidales de las palomas tienen su aspecto curioso con un ladrillo de barro cocido marcado con 3 dedos en una de sus caras.

Cualquiera que hoy se acerque a este enclave, podrá comprobar cómo también, al igual que ocurre con cientos de edificios de arquitectura tradicional manchega, se está hundiendo.

Queda, al menos, el testimonio artístico del gran pintor tomellosero Antonio López Torres, que supo retratar de manera inigualable la atmósfera de La Mancha en sus obras. Su sencillez y humildad tanto como pintor como persona bien se refleja en la arquitectura y el paisaje que le rodeaba. En uno de sus cuadros, que se admiran en el Museo que Tomelloso le tiene dedicado, tras el juego de los niños, ese “Niños en el campo” inacabado pero feliz, se vislumbra la potencia de la Casa de las Palomas sobre la infinita rectitud del campo manchego.