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Antonio BUERO VALLEJO
Escritor. Dramaturgo.
Nacido en Guadalajara, en 1916.
Muerto en Madrid, en 2000.
Premio Cervantes de Literatura.
Ha sido sin duda uno de los principales escritores del siglo XX,
y quizás el más sólido de los autores de obras de teatro.
Antonio BUERO VALLEJO (Guadalajara, 1916 - Madrid, 2000). Realizó los estudios de bachillerato
en su ciudad natal (1926-1933). Pronto manifestó una decidida vocación por el dibujo que
sería alentada por su padre. Al ser éste destinado a Madrid en 1934, Antonio se traslada
a la capital con su familia, y cursó estudios en la Escuela de Bellas Artes de San
Fernando. Al estallar la guerra y no pudiendo alistarse como voluntario, por la negativa
de sus padres, trabaja en el taller de propaganda plástica de la F.U.E. hasta que al ser
movilizada su quinta es destinado a un batallón de infantería. Al final de la contienda
es condenado a muerte, pena que le fue conmutada ocho meses después. Tras un largo
peregrinar por diversas cárceles sale en libertad condicional el año 1946. Vuelve a su
antigua vocación pictórica, la cual quedará relegada a un segundo plano al obtener el
año 1949 el premio Lope de Vega con Historia de una escalera y en el mismo año el
premio de la Asociación de Amigos de los Quinteros por su acto único: Las palabras en
la arena. Buero desempeña una actividad intelectual y literaria intensa, acudiendo a
diversas ciudades extranjeras para dar conferencias, charlas, debates o abrir coloquios.
Muchas de sus adaptaciones de Shakespeare, Ibsen y Bertol Brecht son de una perfección
notable. Desde 1971 pertenece a la Real Academia Española. Rebelde a las clasificaciones,
la obra dramática de Buero Vallejo se integra en una serie de planos que aparecen
superpuestos en sus primeras obras (lo simbólico y lo realista, lo existencial y lo
social) y que irán evolucionando a lo largo de su trayectoria dramática. La historia
de una escalera (1949) obra que marcó un hito en nuestro teatro de la
postguerra se puede calificar como el drama de la frustración social visto a
través de tres generaciones de la clase media baja. En La ardiente oscuridad (1950)
trata sobre una Institución de ciegos, en ella se plantea el dilema de si debemos aceptar
nuestras propias limitaciones, tratando de ser felices con ellas, o debemos rebelarnos
trágicamente.
A estas primeras obras siguieron La
tejedora de sueños (1952), basada en una original interpretación del mito de Ulises
y Penélope, La señal que se espera (1952), donde se exalta el poder creativo de
la fe, Casi un cuento de hadas (1953), que trata del valor que supone para el
hombre la posesión del amor, e Irene o el tesoro (1954) sobre la diferencia
abismal entre el mundo real y la fantasía de la protagonista. En Hoy es fiesta (1955)
y Las cartas boca abajo (1957), los ambientes se acercan a los representados en La
historia de una escalera, desarrollándose respectivamente en la azotea y en el
interior de unas casas modestas. Un soñador para un pueblo (1958) es, en cierto
sentido, un «drama histórico» (sobre Esquilache, ministro de Carlos III). Esquilache,
en nombre de la razón, pretende sacar al país del oscurantismo tradicional en que se
encuentra pero termina derrotado por este mismo pueblo. Sobre Velázquez, Las Meninas (1960),
y Goya, El sueño de la razón (1970), están basados los dos dramas siguientes de
tipo «histórico». A ellos se une La detonación (1977), que gira en torno a la
figura de Larra. Relacionada con este grupo se encuentra El concierto de San Ovidio
(1962), en el que se recrea el ambiente de los ciegos del Hospicio Quince-Veinte en el
París del siglo XVIII. Aquí los ciegos son un símbolo de los oprimidos. La historia, en
este ciclo, es el pretexto de que se vale el autor para plantear problemas de actualidad
sin cortapisas de la censura. El tragaluz (1967) enfrenta dos mundos paradójicos:
vencedores y vencidos. La doble historia del doctor Valmy (1976), trata el tema de
la tortura. En La llegada de los dioses (1971), vuelve a aparecer la ceguera del
protagonista como símbolo de la rebelión contra las injusticias que le rodean. La
Fundación (1974) presenta a varios presos políticos que buscan la libertad a través
de enfrentar realidad y ensueño. En esta obra merecen destacarse las modernidades
técnicas del dramaturgo: el público ve la realidad escénica a través de la
fantasía del personaje principal. La situación política de fines de los setenta le
inspira Jueces en la noche (1979). Con Caimán (1981), vuelve a los
planteamientos sociales de su comienzo. La obra dramática de Buero Vallejo es considerada
como la más relevante de la postguerra en España. A través de ella el autor intenta
adquirir conciencia de las realidades de tipo psicológico, social o metafísico en que se
desarrolla la vida del hombre actual.
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- agosto 04, 2003 |
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