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Juan CABRÉ AGUILÓ
Arqueólogo
Calaceite
(Teruel), 1882 – Madrid, 1947
Importancia
de Cabré Aguiló en Guadalajara
D.
JUAN CABRÉ AGUILÓ (1882-1947).
LOS TRABAJOS DE CULTURA IBÉRICA DE UN PIONERO
por
Susana GONZÁLEZ REYERO
Universidad Autónoma de Madrid
Nacido
el 2 de agosto de 1882 en Calaceite (Teruel), Juan Cabré Aguiló realizó
sus primeros estudios en Tortosa y Zaragoza, tras lo cual se trasladó a
Madrid. Para continuar sus estudios en esta ciudad, Cabré disfrutó de
una beca de la Diputación de Teruel mientras era alumno de la Real
Academia de Bellas Artes de San Fernando, al mismo tiempo que realizaba
algún trabajo puntual para el Museo del Prado. En su vocación hacia el
dibujo y, más tarde, hacia la arqueología, se ha visto la posible
influencia del coleccionista D. Sebastián Monserrat de Zaragoza, a quien
conoció siendo muy joven. Fue en esta ciudad donde parece que el
coleccionista le hizo accesible su colección, piezas entre las que
destacamos, por su relación con la cultura Ibérica, algunas piezas
procedentes de la antigua Bellia y de un poblado ibérico cercano a Maella
(Morán Cabré y Cabré Herreros, 1996, 25).
En
la definitiva vocación arqueológica que adoptó durante su estancia en
Madrid parece que jugaron un papel importante varias personalidades que
Cabré frecuentó y con las que trabajó en estos primeros años; el Marqués
de Cerralbo, el P. Fita y el abate H. Breuil. De esta forma, en poco
tiempo sus estudios de Bellas Artes pasaron a ser auxiliares de la que iba
a ser su dedicación principal; la arqueología. No obstante, el dibujo y
la fotografía permanecieron siempre muy presentes en sus trabajos. Ya en
1907, Cabré publicó su primer trabajo arqueológico en el Boletín de la
Real Academia de Buenas Letras de Barcelona sobre las excavaciones de San
Antonio de Calaceite, practicadas al mismo tiempo que estudiaba en Madrid.
En este momento recibió también su primer nombramiento oficial al pasar
a ser Correspondiente de la Real Academia de la Historia. Nuestro autor
fue designado entre otros investigadores de la época para la elaboración
del Catálogo Monumental de España, empezando concretamente en 1908 el de
la provincia de Teruel. A partir de esta fecha las relaciones con el Marqués
de Cerralbo se intensificaron, participando Cabré en las excavaciones de
Santa María de Huerta, Arcóbriga, etc., en una colaboración que iba a
continuar hasta la muerte del Marqués en 1922.
En 1909, y tras
el descubrimiento años atrás por parte de Cabré de las pinturas
rupestres de Calapatá, primeras de este género conocidas en España, se
inició una colaboración entre nuestro investigador y el abate Breuil que
duraría hasta 1912. En este año pasó a formar parte Cabré de la Comisión
de Investigaciones Paleontológicas y Prehistóricas que dirigía su
mentor y colaborador el Marqués de Cerralbo. En el primer número de las
Memorias de la Comisión publicaría Cabré "El arte rupestre en España",
fruto de sus investigaciones sobre el tema y primera obra de síntesis
publicada en España sobre el particular.
A partir de 1917
J. Cabré dejó su puesto anterior y pasó a formar parte, hasta 1936, en
calidad de Colaborador, del Centro de Estudios Históricos, encargándose
de estudiar la aún en definición cultura Ibérica, bajo la dirección de
Manuel Gómez Moreno y Ramón Menéndez Pidal. En 1920, J. Cabré unió a
este cargo el de Colector del Museo de Antropología, Etnografía y
Prehistoria y, mediante una oposición en 1925, Colector-Preparador del
mismo Museo. En esos años también, concretamente a partir de 1922, y por
disposición testamentaria del Marqués de Cerralbo, J. Cabré fue
nombrado Director vitalicio del Museo creado por el Marqués en Madrid y
que albergaba sus colecciones.
J. Cabré inició
sus investigaciones sobre la cultura Ibérica de la parte meridional
peninsular a partir de 1917, si bien ya con anterioridad había realizado
algunas excavaciones. En efecto, en 1914 comenzaron, realizadas aún de
forma particular, las del santuario ibérico de Collado de los Jardines
(Santa Elena, Jaén), siendo los siguientes años el período en que Cabré
llevaría a cabo sus más importantes estudios sobre cultura Ibérica. Si
bien se trató de una etapa corta, puesto que pronto pasó nuestro autor a
dedicarse preferentemente a los estudios célticos y celtibéricos, siguiría
siempre dedicando trabajos puntuales a diversos aspectos de la cultura ibérica.
En efecto, mientras su actividad principal se desplazaba a otros campos,
principalmente el celtibérico -con las excavaciones de Cogotas,
Sanchorreja, etc.-, publicó diversos trabajos sobre la cultura material
ibérica. Años más tarde, en 1935, J. Cabré obtuvo una de las becas que
la Junta para la Ampliación de Estudios venía concediendo y visitó los
museos de Arte y Arqueología de varios países; Francia (París),
Alemania, Austria, Checoslovaquia, Italia y Suiza. Gracias a esta beca,
nuestro investigador tuvo ocasión de tomar contacto directo con las
corrientes europeas de investigación y con las principales líneas
seguidas por los investigadores de los países que visitó.
A pesar de su
extraordinario cuidado por los fondos del Museo Cerralbo durante la
guerra, J. Cabré fue cesado en 1939 de su puesto como director de dicho
Museo. Al año siguiente, en 1940, fue nombrado Jefe de la Sección de
Prehistoria del Instituto "Diego de Velázquez" de Arte y
Arqueología. Finalmente, y en julio de 1942, obtuvo, por oposición, el
cargo de preparador de la Sección de Prehistoria y Edad Antigua del Museo
Arqueológico Nacional, cargo que desempeñó hasta el momento de su
muerte, el 2 de agosto de 1947.
Además de los
cargos que desempeñó, J. Cabré colaboró con varias instituciones y
organismos que empezaban su existencia en esta época de definición. Así,
por ejemplo, contribuyó con sus trabajos a las Actas y Memorias de la
Sociedad Española de Antropología, Etnografía y Prehistoria, ejerciendo
también el puesto de Vicesecretario de la misma desde su fundación.
Cooperó igualmente en la nueva revista científica creada en estos años;
el Archivo Español de Arqueología.
La desaparición
de este investigador provocó que fuera recordado en actos como el III
Congreso Arqueológico del Sudeste Español, en cuyas Actas se recoge el
"hondo y vivo dolor" por su fallecimiento, "en plena
madurez y cuando más podía esperarse de su inmensa capacidad de trabajo
la Arqueología española" (Murcia, 1947,121). Como significativo hay
que decir también que a su muerte le fue concedida la Orden Civil de
Alfonso X el Sabio.
Juan
Cabré y la Cultura Ibérica: los Casos de Toya y Galera
La labor
investigadora de J. Cabré se dirigió a multitud de campos -desde el
Paleolítico hasta la época visigoda-, siendo ésta una característica
propia de su generación. La sucesión de estos campos en su dedicación
no obedece siempre un orden cronológico o evolutivo; parece claro que su
trabajo pasó de unos a otros según se producían nuevos descubrimientos.
Aunque atenderemos principalmente a las investigaciones que llevó a cabo
J. Cabré respecto a la cultura Ibérica, no podemos dejar de referirnos a
ciertos yacimientos y campos a los que dedicó su atención, contribuyendo
con ello a iniciar en muchas ocasiones caminos novedosos para la
investigación futura. Ejemplo de ello son sus importantes trabajos sobre
arte rupestre, sus numerosos estudios sobre la Edad del Hierro, o sus
excavaciones de yacimientos que corresponden ya a períodos históricos.
Entre las investigaciones que desarrolló J. Cabré dentro del naciente
estudio de la cultura Ibérica, campo cultural al que atiende la Exposición,
destacamos lo que creemos fueron importantes aportaciones para el comienzo
de los estudios ibéricos de la Alta Andalucía. Así, y entre 1916 y 1918
fue designado Delegado- Director de las excavaciones de la Cueva y Collado
de los Jardines en Santa Elena (Jaén). Los resultados de estas
investigaciones se publicaron en el nº 8 y 22 de las Memorias de la Junta
Superior de Excavaciones y Antigüedades (Cabré y Calvo, 1917; 1919).
También en estos años acometió las excavaciones e investigaciones del
santuario de Castellar, publicándose esta vez su estudio El Santuario Ibérico
de Castellar de Santisteban (Jaén) con R. Lantier en la Memoria nº 15 de
la Comisión de Investigaciones Paleontológicas y Prehistóricas (Cabré
y Lantier,1917).
Un año más
tarde, en 1918, J. Cabré llegó a Toya como colaborador del Centro de
Estudios Históricos bajo dirección de M. Gómez Moreno para realizar su
estudio de la conocida cámara de la necrópolis de Tugia (Jaén). Sus
conclusiones sobre este importante enterramiento fueron finalmente
publicadas en 1925 inaugurando una nueva revista científica, el Archivo
Español de Arte y Arqueología (Cabré, 1920). También en estos
momentos, concretamente en 1918, fue designado Delegado- Director con
Federico de Motos para la necrópolis de Tutugi (Galera) (Cabré y de
Motos, 1920).
A este panorama
tendríamos que añadir algunas publicaciones como la del Boletín de la
Sociedad Española de Excursiones sobre Tutugi (1920) o la de la revista
Coleccionismo sobre los exvotos del Cerro de los Santos (1923) (Beltrán,1986,22-25).
Como podemos observar, la dedicación de Cabré al estudio de la cultura
ibérica se desarrolló entre 1917 y los años veinte, en un momento de
madurez en el que se puede hablar de un investigador con personalidad
propia.
La dedicación
multidisciplinar de J. Cabré, constante que observamos a lo largo de toda
su vida, es también una de las claves definitorias de sus trabajos sobre
la cultura Ibérica. Así, y al mismo tiempo que excavaba, desempeñó
diversas labores como fotógrafo, dibujante, y también restaurador y
conservador –tanto de estructuras por él excavadas como de cuadros y
otros objetos del museo Cerralbo–. La influencia de sus estudios de
Bellas Artes estuvo, como ya hemos comentado, siempre presente en sus
trabajos y publicaciones hasta el punto de habernos dejado magníficos
dibujos y fotografías de los yacimientos que estudió. Este material gráfico,
utilizado de forma recurrente por la bibliografía posterior, ha sido
destacado como un magnífico legado proporcionado por este investigador
(Baquedano Beltrán, 1991, 46). También las labores de restauración
acometidas sobre el terreno, como en el caso de Azaila, tuvieron la
importante consecuencia de preservar las estructuras por él excavadas en
la primera mitad de siglo hasta nosotros.
Ciertos trabajos
de J. Cabré constituyeron también la muestra palpable de la paulatina
incorporación de los investigadores españoles a diversos proyectos
europeos. En efecto, su participación en el Corpus Vasorum Antiquorum
(Cabré,1944) elaborando la parte referente a la península, era señal
del fin de la preponderancia tan acentuada que los estudiosos extranjeros
habían tenido sobre los estudios arqueológicos peninsulares. Su
prematura muerte le impidió terminar otro tomo de este Corpus,
concretamente destinado a la cerámica ibérica del Sureste y Levante, si
bien se entregó al Instituto Diego de Velázquez los dibujos que, a tamaño
natural, ya había realizado J. Cabré sobre el particular.
El papel que las
investigaciones de J. Cabré desempeñaron dentro de la definición del
mundo ibérico en Jaén fue, como veremos, destacado. En efecto, en su
contribución al conocimiento de este período histórico, debemos hablar,
además del caso de la cámara de Toya (ver Cap. V), de sus excavaciones
en los santuarios de Collado de los Jardines y Castellar de Santisteban,
de los que nos dejó varias publicaciones. J. Cabré contribuyó de esta
forma a profundizar los incipientes conocimientos sobre la cultura ibérica
jiennense que ya habían dado a conocer y difundido algunos trabajos. Fue
precisamente en los trabajos realizados entre I. Calvo y J. Cabré en los
que se produce una clara valoración de la estratigrafía de estos
santuarios ibéricos. En efecto, y aunque no llegó a ser objeto de
publicación, se especificaron la posición, el material contenido, el
tipo de terreno, etc. de los diferentes estratos por primera vez en la
historia de la arqueología jiennense (Ruiz Rodríguez, Molinos Molinos y
Hornos Mata,1986, 31). También con sus trabajos en Galera (ver Cap. V y
Cap. X), en colaboración con Federico de Motos, hizo posible en la
segunda década del s. XX que se iniciara la definición cultural de lo
que se iba a llamar con posterioridad el mundo bastetano.
Las diferentes
opiniones que la labor de J. Cabré ha suscitado destacan la gran
capacidad de trabajo de este autor: “su trabajo estuvo presidido por la
honradez científica, por la gran capacidad técnica servida por un
excelente dibujo y por una espléndida fotografía y, sobre todo, por la
constante dedicación y, brindando muchas veces sus descubrimientos a los
demás, por su gran vocación arqueológica” (Beltrán Martínez,1986,43).
Pero también cabe señalar, en muchos de los estudios que abordó este
autor, su carácter novedoso. Se trataba, en efecto, de un momento en que
no se contaba con una estructura histórica y cultural completa a la que añadir
los nuevos descubrimientos que se producían. El trabajo de J. Cabré y
del resto de los pioneros de su generación destaca, y es necesario
valorarlo, desde esta perspectiva; ellos crearon en muchas ocasiones las
pautas culturales, las denominaciones para los períodos históricos
representados por los novedosos objetos que encontraban y estudiaban.
Un año más
tarde, en 1918, J. Cabré llegó a Toya como colaborador del Centro de
Estudios Históricos bajo dirección de M. Gómez Moreno para realizar su
estudio de la conocida cámara de la necrópolis de Tugia (Jaén). Sus
conclusiones sobre este importante enterramiento fueron finalmente
publicadas en 1925 inaugurando una nueva revista científica, el Archivo
Español de Arte y Arqueología (Cabré, 1920). También en estos
momentos, concretamente en 1918, fue designado Delegado- Director con
Federico de Motos para la necrópolis de Tutugi (Galera) (Cabré y de
Motos, 1920).
A este panorama
tendríamos que añadir algunas publicaciones como la del Boletín de la
Sociedad Española de Excursiones sobre Tutugi (1920) o la de la revista
Coleccionismo sobre los exvotos del Cerro de los Santos (1923) (Beltrán,1986,22-25).
Como podemos observar, la dedicación de Cabré al estudio de la cultura
ibérica se desarrolló entre 1917 y los años veinte, en un momento de
madurez en el que se puede hablar de un investigador con personalidad
propia.
La dedicación
multidisciplinar de J. Cabré, constante que observamos a lo largo de toda
su vida, es también una de las claves definitorias de sus trabajos sobre
la cultura Ibérica. Así, y al mismo tiempo que excavaba, desempeñó
diversas labores como fotógrafo, dibujante, y también restaurador y
conservador –tanto de estructuras por él excavadas como de cuadros y
otros objetos del museo Cerralbo–. La influencia de sus estudios de
Bellas Artes estuvo, como ya hemos comentado, siempre presente en sus
trabajos y publicaciones hasta el punto de habernos dejado magníficos
dibujos y fotografías de los yacimientos que estudió. Este material gráfico,
utilizado de forma recurrente por la bibliografía posterior, ha sido
destacado como un magnífico legado proporcionado por este investigador
(Baquedano Beltrán, 1991, 46). También las labores de restauración
acometidas sobre el terreno, como en el caso de Azaila, tuvieron la
importante consecuencia de preservar las estructuras por él excavadas en
la primera mitad de siglo hasta nosotros.
Ciertos trabajos
de J. Cabré constituyeron también la muestra palpable de la paulatina
incorporación de los investigadores españoles a diversos proyectos
europeos. En efecto, su participación en el Corpus Vasorum Antiquorum
(Cabré,1944) elaborando la parte referente a la península, era señal
del fin de la preponderancia tan acentuada que los estudiosos extranjeros
habían tenido sobre los estudios arqueológicos peninsulares. Su
prematura muerte le impidió terminar otro tomo de este Corpus,
concretamente destinado a la cerámica ibérica del Sureste y Levante, si
bien se entregó al Instituto Diego de Velázquez los dibujos que, a tamaño
natural, ya había realizado J. Cabré sobre el particular.
El papel que las
investigaciones de J. Cabré desempeñaron dentro de la definición del
mundo ibérico en Jaén fue, como veremos, destacado. En efecto, en su
contribución al conocimiento de este período histórico, debemos hablar,
además del caso de la cámara de Toya (ver Cap. V), de sus excavaciones
en los santuarios de Collado de los Jardines y Castellar de Santisteban,
de los que nos dejó varias publicaciones. J. Cabré contribuyó de esta
forma a profundizar los incipientes conocimientos sobre la cultura ibérica
jiennense que ya habían dado a conocer y difundido algunos trabajos. Fue
precisamente en los trabajos realizados entre I. Calvo y J. Cabré en los
que se produce una clara valoración de la estratigrafía de estos
santuarios ibéricos. En efecto, y aunque no llegó a ser objeto de
publicación, se especificaron la posición, el material contenido, el
tipo de terreno, etc. de los diferentes estratos por primera vez en la
historia de la arqueología jiennense (Ruiz Rodríguez, Molinos Molinos y
Hornos Mata,1986, 31). También con sus trabajos en Galera (ver Cap. V y
Cap. X), en colaboración con Federico de Motos, hizo posible en la
segunda década del s. XX que se iniciara la definición cultural de lo
que se iba a llamar con posterioridad el mundo bastetano.
capacidad de
trabajo de este autor: "su trabajo estuvo presidido por la honradez
científica, por la gran capacidad técnica servida por un excelente
dibujo y por una espléndida fotografía y, sobre todo, por la constante
dedicación y, brindando muchas veces sus descubrimientos a los demás,
por su gran vocación arqueológica" (Beltrán Martínez,1986,43).
Pero también cabe señalar, en muchos de los estudios que abordó este
autor, su carácter novedoso. Se trataba, en efecto, de un momento en que
no se contaba con una estructura histórica y cultural completa a la que añadir
los nuevos descubrimientos que se producían. El trabajo de J. Cabré y
del resto de los pioneros de su generación destaca, y es necesario
valorarlo, desde esta perspectiva; ellos crearon en muchas ocasiones las
pautas culturales, las denominaciones para los períodos históricos
representados por los novedosos objetos que encontraban y estudiaban.
El primer tercio
de siglo resultó ser, por tanto, un período clave en el que se abrieron
múltiples campos de investigación a la vez que, con los resultados, se
contribuía a sentar algunos de los pilares sobre los que se ha cimentado
la investigación posterior. Los trabajos de estos investigadores –y
entre ellos los de Juan Cabré Aguiló– fueron decisivos a la hora de
abrir nuevas vías a la investigación futura de nuestro país, en un
intento de definir mejor los períodos históricos y culturales
fundamentales de nuestra pre y protohistoria.
En
cuanto a Juan Cabré, nos quedamos con una opinión, pero esta vez en
palabras de un contemporáneo. En efecto, Mariano de la Paz Gómez Rodríguez,
en un artículo de la revista jiennense Don Lope de Sosa, escribió la
impresión que el investigador de Madrid le mereció a raíz de una visita
al santuario de Collado de los Jardines en 1917. Ante algunas preguntas
efectuadas por los visitantes, de la Paz escribe: "se abstuvo de dar
respuesta el Sr. Cabré, que es tan perspicuo en la observación como
parco y prudente en las deducciones, convencido de que la ciencia se
cimenta sobre hechos y no sobre ilusorias hipótesis y atrevidas
conjeturas" (De la Paz,1917,361).
Importancia
de Juan Cabré Aguiló en Guadalajara
Aparece
en esta galería de personajes destacados de Guadalajara por haber sido
uno de los pioneros de la investigación arqueológica en Guadalajara.
Concretamente, en la cueva de los Casares, de Riba de Saelices, a llamado
de don Francisco Layna Serrano, acudió Cabré a visitarla y a dar fe de
la importancia del descubrimiento, que habían hecho poco antes, en los
años 40, el maestro de la localidad don Rufo Martínez, y el cronista y
médico don Francisco Layna Serrano. Siguieron varias temporadas de
excavaciones y publicación (mundialmente famosa) de los grabados de sus
paredes, por Juan Cabré Aguiló.
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