Poeta. Escritor. Rapsoda. Ochaíta, una voz en la Alcarria Más tarde Ochaíta pasa a estudiar a Galicia y allí conoce un personaje de fábula que tuvo en él gran influencia: el segundo manco genial de la literatura española, don Ramón María del Valle Inclán. De Compostela, con sus tertulias, su ambiente universitario, sus piedras eternamente húmedas y chorreantes, a redactor del «Faro de Vigo», en la bella ciudad atlántica presidida por el monte Castro. Trata a Otero Pedrayo, Alvaro Cunqueiro, Castroviejo, Jesús Ferro Couselo... y pasa una etapa feliz de su vida, sólo perturbada esta felicidad por la «morriña» de su Castilla seca, de su Alcarria, de su Jadraque natal donde reside su madre. Miembro de la Real Academia Gallega de las Buenas Letras, la guerra le coge en Madrid y, al terminar, de nuevo a Galicia, pero por poco tiempo. Los campos verdes y húmedos de sus paisajes se difuminan y el ocre de tierras pardas y rojas de Castilla le envolvía y tiraba de él hacia nuestras alcarrias. Decide regresar y comienza de nuevo su andadura: conferenciante, ensayista, autor teatral, folklorista, recitador brillante, Ochaíta desde su lejana perspectiva viguesa, quizá con esa mezcla de «morriña» y amor a su tierra que tiene el buen gallego, ha aprendido a querer, aún más, a Guadalajara. Cofundador del «Núcleo González de Mendoza» del que en vida fue vicepresidente, colaborador especial en la celebración de los Días de la Provincia, en los que cantó las bellezas de nuestras tierras; alma y guía de Versos a Medianoche, ganador de la «Abeja de Oro» y, en su cercana cima, cronista de la Ciudad de Guadalajara. En Jadraque alentó y fue principal precursor de la reconstrucción del Castillo del Cid, reinstauró la penitente cofradía de la Sangre de Cristo, descubrió para el mundo del arte esa joya pictórica que es la Inmaculada de Zurbarán, expuesta hoy día en el Museo Diocesano de Sigüenza. Con su amigo y colaborador don Mariano Ormad celebró en una bella jornada de la primavera de 1959 el homenaje nacional al Cardenal Mendoza, colocándose una lápida que aún se lee difuminada en el muro oeste del castillo. Hizo poesía y jadraqueñismo a veces desde la Casa Consistorial o desde la Iglesia Parroquial y las más desde sus escritos en verso y en prosa. Se convirtió en director teatral de los jóvenes jadraqueños y muchas veces su localismo, el amor a su pueblo, quizás le cortó alas para vuelos más altos. En teatro obtuvo muchos y justos éxitos con obras como «Cancela», «Doña Polisón», «La honrada», «María del Amor», «La macilenta», «La mala boda». Publicó libros de versos como «Turris Fortissima», «Desorden», «El Pomporé», «Ansí pintaba don Diego», «Poetización de Jaén». Muy conocidas son algunas poesías suyas como las tituladas «Los besos que yo te di», «Testamento de Amor», «Por Avila voy», «Alcarria monda y lironda», «La fuente de la Alcachofa», «Mendigos españoles», «Poemas velazqueños», «La torre de mil colores», «Versos de Pastrana y su princesa», etc. Con Solano, Valerio, Rafael de León, Quintero y Quiroga fue autor de numerosas letras de famosísimas canciones. Miembro de la Real Academia Sevillana de las Buenas Letras y ganador de numerosos certámenes literarios y flores naturales, como la sevillana y nacional del IV Centenario de la muerte de Lope de Vega. Durante su etapa de folklorista fue Ochaíta descubridor de estrellas, como Manolo Escobar, Lolita Sevilla, Dolores Vargas, El Príncipe Gitano, Marisol Reyes, Marifé de Triana, Gracia Montes, Rocío Jurado... Contó a lo largo de su vida con numerosos amigos entre los que cabe destacar el ya mencionado Valle Inclán, don Jacinto Benavente, Azorín, Gabriela Mistral, y, entre los artistas, María Fernanda Ladrón de Guevara, Amparo Rivelles, Adela Carbonell, Amalia Disaura, Manuel Dicenta, Natalia Figueroa, Concha Piquer... Mucha documentación y letras de sus canciones aparecen en el libro de J.M. Bris Gallego "El Libro de Jadraque", editado en 2010.
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