830 años de Valfermoso

Parece que no, pero también los años pasan sobre los viejos monasterios. Este de 2016, ha cumplido exactamente 830 de vida el monasterio de monjas benedictinas de Valfermoso, en la provincia de Guadalajara.

Y lo ha hecho en silencio, en medio de sus oraciones y acogimientos, sin una palabra más alta que otra. Con naturalidad. En Aache tenemos publicada una gran historia de esta abadía: “Las Señoras de Valfermoso” que escribió no hace mucho el historiador fr. Ramón Molina Piñedo.

Para memorar este aniversario de Valfermoso, basta decir que la primera fecha, el más remoto prolegómeno de Valfermoso, es la del año 1185, cuando el rey Alfonso VIII confirma a don Juan Pascasio las tierras que compró al concejo de Atienza en el Valle hermoso para repoblarlas. Del siguiente, de 1186, es la que con justicia podemos nombrar fecha primigenia: la de la Fundación de la villa y del monasterio de Valfermoso con dos monjas gasconas del Ordo de Fontisgartari.

En 1189, el clérigo gascón Ebrardo redacta el Fuero de Valfermoso, en un hermoso pergamino copiado, y que ha sido considerado por muchos estudiosos y autores filólogos, entre ellos el profesor Lapesa, como uno de los primeros monumentos de la lengua hispánica. Poco después, en 1194, Alfonso viii confirma la fundación del cenobio, sus posesiones y el señorío de las monjas sobre el lugar de Valfermoso.

La inauguración oficial del cenobio no se haría hasta unos pocos años después, posiblemente en el 1200.

Del 1218 es la fundación del monasterio de Pinilla de Jadraque, otro cenobio para monjas puesto en las orillas del río Cañamares y protegido desde su inicio por la Orden de Calatrava. Doña Urraca Fernández, su primera abadesa, lo era de Valfermoso. Lo que no está claro es si aquella fundación, un tanto agreste, surgiría como resultado de un cisma en la comunidad valfermosina. El caso es que en 1224 y 1236, los papas Honorio iii y Gregorio ix toman al monasterio bajo su protección. Los reyes castellanos de los siglos xiii al xv confirmaron sus privilegios y posesiones, eximiendo a las monjas de impuestos y gabelas.

A partir del año 1348, la peste negra que corre como un terror negro y sarcástico la faz entera de Europa, diezma la comunidad y esta se ve forzada a partir de entonces a arrastrar una vida lánguida y pobre. En sus  subsiguientes problemas influyeron las guerras de los siglos xiv-­xv que tanto repercutieron en Atienza, la ambición de los nobles que aumentaban sus dominios a costa del patrimonio de la Iglesia, la disminución de la producción agraria y los impuestos. En 1458-1480, durante el abadiato de doña María Díaz de Luna, se intenta poner orden en la hacienda monacal, por aquel entonces en poder de comenderos y arrendatarios.

Pasaron los siglos en el silencio monacal. La Guerra Civil supuso un escalofrío de destrucción y dispersión, aunque después de la contienda se volvió a reconstruir y la comunidad a reintegrarse, hasta hoy. Felizmente dirigida por la abadesa sor Josefina Matía Yusta, Valfermoso sigue siendo un remanso de paz y espiritualidad, en el río Badiel, en el corazón de la Alcarria.