Historias, y más historias

Historias, y más historias

Lo hemos pasado bien, muy bien, oyendo a unos y a otras, charlando luego, evocando, sabiendo de libros, de lugares, de hazañas, de cotilleos y de grandezas. Haber estado en las sesiones del Encuentro “Guadalajara en la novela y en la historia” nos ha hecho mejores, nos ha completado un poco. Porque durante cuatro días hemos estado escuchando a un buen plantel de escritores, españoles, que han venido a Guadalajara a revelarnos cosas sobre nuestra tierra, muchas de ellas nuevas, sorprendentes, y, en todo caso, han demostrado que el mejor asiento a la inquietud sigue estando en la lectura, en el descubrimiento de los personajes, de las gentes, de las costumbres y de las historias, a través de las páginas de los libros.

Organizado por el Patronato Municipal de Cultura de Guadalajara, junto con la Asociación “Escritores por la Historia”, han sido cuatro jornadas, del 4 al 7 de abril, en las que han aparecido nombres de relieve en la novela histórica (José Luis Corral, José Calvo Poyatos, Isabel San Sebastián, Antonio Pérez Henares) y algunos otros sabedores locales de historias y aconteceres.

Francisco García Marquina ha desvelado la intimidad y proximidad de una Edad Media que no se ha ido del todo, al menos por Guadalajara. En su libro “Cosas del Señor” demostraba que actitudes contemporáneas son idénticas a las del pleno Medievo, y venía a decir que “si la historia nos enseña lo que somos, la novela nos revela lo que nos gustaría ser”.

Yo creo, en todo caso, que con encuentros de este tipo, la sociedad se reajusta. Y se pasa del trivialismo y la banalidad de poner un sillón de hierros y pinchos delante del castillo de Atienza, para que gentes de todo el país vengan a hacerse una foto en él sentados (algunas hasta revestidas de personajes fabulosos) a la esencia del conocimiento certero, de saber quien era Alfonso VIII, y en qué batallas participó, y cómo los peregrinos iban, de verdad, de Jaca a Santiago, o cómo un montón de escritores de todas las épocas se han fijado en Guadalajara para nutrirse de sus paisajes, de sus memorias y andanzas en libros maravillosos.

Porque lo cierto y real debe también impregnar nuestras vidas (esa es la parte histórica) pero lo hace mucho mejor con vestidos nuevos, con aventuras posibles, con chavalería militante que se parece a nosotros, que piensa como nosotros (esa es la novela, el portón por donde entramos en la ficción) y así todo se reajusta: certezas y sueños. Qué bien!