Plaza mayor de Almagro

La plaza mayor de Almagro

La historia de Almagro

Tiene Almagro el título de ciudad desde 1796, pero desde mucho antes es un lugar importante en La Mancha, por cuanto fue, durante muchos años, capital de la Orden de Calatrava, y espacio de residencia de sus maestres primeros, y luego de los delegados regios de la misma.

Desde el siglo XIII tuvo fuero propio, creciendo por ello en población, y siendo elegida como centro del territorio calatraveño para residencia de sus máximos dirigentes. Esa importancia social precisó enseguida de un ancho espacio para la celebración de mercados, y de ferias, que ya en 1372 el Rey Enrique II había concedido. De esa necesidad surgirá la gran plaza medieval que luego en el siglo XVI recibiría una transformación completa, erigiéndose en sus dimensiones y aspecto actuales. La llegada, además, de la familia alemana de los Fugger como administradores y concesionarios de la explotación de las minas de mercurio de Almadén, hizo que se levantaran nuevos edificios en la plaza, y en las calles aledañas, así como palacios, conventos y oficinas administrativas reales y concejiles. Nació así esta plaza, que se sin duda la más hermosa la Región, y una de las más hermosas de toda España. A la Plaza Mayor de Almagro la han ido cambiando el nombre a lo largo de los siglos, debido a los avatares políticos, habiendo sido plaza de la Constitución, de la República, Real o de España. Pero en todo caso ha sido y sigue siendo, la Plaza Mayor de Almagro.

La Plaza Mayor de Almagro

Es esta una plaza de grandes dimensiones, de planta rectangular irregular, con 104,5 metros de largo y unos 37 metros de ancho en su parte más ancha. En su costado oriental, uno de los menores, se levanta el edificio del Ayuntamiento, que también ha sufrido numerosas transformaciones, habiendo sido una de las más importantes la que se llevó a cabo en 1865, dirigida por el arquitecto Cirilo Vara y Soria.

De nuevo fue restaurado en 1967, al mismo tiempo que toda la plaza. Este Ayuntamiento ofrece una elegante fachada construida por entero con piedra sillar, ofreciendo en su frente tres puertas y ventanas enreja­das en la planta baja, mientras que en la principal se abre un ancho balcón corrido con cinco vanos adintelados, coronado el central por un gran escudo con las viejas armas de la ciudad ‑las de la encomienda de las Casas de Almagro, con la cruz flordelisada de la orden de Calatrava y en punta las dos trabas negras. Una pequeña torre aterrazada se levanta en el ángulo izquierdo del edificio, sosteniendo el reloj de forja que sobresale de una estructura metálica, también de forja, para sostener la cam­pana, fechada en 1798 que proviene del antiguo convento de frailes franciscanos de Santa Catalina.

Al lado del Ayuntamiento se levanta una casa-palacio de balcones simétricos y balcón angular, ofreciendo su portada del siglo XVI que fue traslada desde otro edificio de la calle de la Compañía. En el lado norte, al otro lado de la calle que por ese costado accede a la plaza, se levanta la gigantesca mole del Convento de San Agustín, con sus pesadas torres y su dinámica volumétrica que impone ya un marchamo monumental a la plaza.

En el costado de poniente, también uno de los menores, estuvo situada la gran iglesia de San Bartolomé, derribada por vieja en los primeros años del siglo xix y con cuyas piedras se construyó la plaza de toros. Quedó levemente levantado el nivel de la plaza en ese lugar, y ello dio visión a los palacios maestrales que durante siglos fueron ocultados por la iglesia. En su lugar se crearon unos jardines, en los que hoy luce una gran estatua en bronce del adelantado de Chile, hijo de esta villa, don Diego de Almagro, creada con las manos de artista del escultor manchego Joaquín García Donaire.

AACHE Ediciones de Guadalajara

Aspecto nórdico de la plaza mayor de Almagro

Los costados mayores de la plaza mayor de Almagro son los que le confieren todo su carácter. En ellos se levan­ta un armónico conjunto de viviendas que se disponen sobre soportales en dos alturas, sostenidas por ochenta y cinco columnas de piedra de orden toscano, sobre las que des­cansan las gruesas zapatas y vigas de madera pintadas de almagre. Estas edificaciones están construidas con materiales modestos, como el yeso, el adobe y el ladrillo y ofrecen su mayor originalidad en el doble piso de galería acristalada, que proporciona un característico sabor y la originalidad consistente en que evoca con nitidez las construcciones populares de los países del Norte de Europa, especialmente Alemania y Países Bajos. Parece ser que en su origen, estas galerías estuvieron abiertas, siendo de carácter público y utilizadas para presenciar los espectáculos que tenían lugar en la plaza. Luego se usaron por familias, se añadieron a las viviendas a las que antecedían, y por lo tanto se cerraron. Según consta en algunos documentos, inicialmente las ventanas y sus torneados barrotes estuvieron pintadas con el característico color rojizo del almagre, pero posteriormente, con motivo de la proclamación del rey Carlos IV en 1788, se pintaron de azul. En la actualidad todo este conjunto de arquitectónico maderamen está pintado de verde. El escaso muro existente entre la carrera del soportal y la planta baja y entre los dos pisos de galerías está pintado de blanco. Sobre las gale­rías aparecen sencillos canecillos que soportan el alero, y en el tejado, cubierto con teja árabe, se levantan buhardillas encaladas, blancas chimeneas y algunas veletas de hierro. La restauración que le ha dado esta forma actual, mejor dicho, su aspecto tradicional conservado al extremo, fue dirigida por el arquitecto don Francisco Pons Sorolla.

El callejón del Villar

En el lado norte de la plaza se abre el calle­jón del Villar, corto de trayecto, pero suficiente para poder admirar en él la estructura de la construcción de las viviendas, columnas y capiteles, ventanales con rejas, portaladas y soportales añadidos. Al fondo de este callejón, y desde 1989 en que se creó e inauguró, está el Museo Nacional del Teatro.

La calle del Toril

En el lado sur se abre la antigua calle del Toril, hoy del Capitán Parras, en recuerdo de un hijo de este pueblo que murió heroicamente en 1924 durante la guerra de África. En esta calle, como su nombre indica, se localizaban los toriles para encerrar en ellos a los toros que se lidiaban en las fiestas celebradas en la plaza. Es una calle que nos lleva desde la plaza al área palaciega de la plaza de Santo Domingo.

El Corral de Comedias

En esta misma acera, está situado el Corral de Comedias de Almagro, una pieza arquitectónica excepcional, que se ubica en el antiguo mesón de la plaza, y que era conocido popularmente como mesón o posada de las Comedias. Fue construido a finales del siglo xvi o primeros del xvii. Se rescató de una amalgama de edificaciones que habían ido ocultando su verdadero sentido, y una magnífica restauración le devolvió su esplendor y su sentido funcional de teatro popular. Declarado Monumento Nacional desde 1955, había sido completamente restaurado un año antes. Durante el mes de julio sirve de sede al Festival Nacional de Teatro Clásico.

El palacio de Diego de Molina

Junto al Corral de Comedias, se encuentra la casona de don Diego de Molina el Viejo. En este lugar, el soportal y las galerías acristaladas se cortan y dejan paso a la elevación de dos grandes columnas de granito que sostienen zapatas y una fuerte viga con escudos heráldicos tallados. Según la conseja popular, esta gran viga sirvió antes de palo mayor de la nave de un almirante que la trajo hasta Almagro cuando se retiró aquí a vivir. Sobre este entablamento de tono oscuro se abren dos elegan­tes balcones. La portada de la casona, tallada en piedra, fue construida a finales del siglo xvi, y en ella está tallado el escudo heráldico de los Molina, Dávila y Fajardo. Hay en los costados de la plaza algunas otras edificaciones interesantes, con dinteles de piedra, escudos, inscripciones pías,, etc, y ya en el inicio de la calle de las Nieves, la portada y palacio de los Rosales, con magnífica fachada de fines del siglo xvii.

El palacio de los Maestres de Calatrava

Aunque quedó totalmente destruido tras el incendio que sufrió en el siglo XVIII, en el extremo occidental de la plaza mayor de Almagro están los monumentales restos del palacio maestral. Se reformó luego, se utilizó a partir de 1802 para sacro convento de Calatrava, y ya tras la Desamortización de Mendizábal de 1834 pasó a manos particulares, pero ha seguido siendo cuidado y hoy está en proceso de restauración.

La plaza de toros

En esta Plaza Mayor de Almagro, a lo largo de la historia fue testigo de la celebra­ción de justas y torneos, además de tener su clásica función de servir de celebración de las corridas de toros, hasta que en 1845 se inauguró la Plaza de Toros. En esa función de espectáculo taurino, la plaza de Almagro vio como se llenaban sus balcones de gentes de la aristocracia, y del pueblo llano. Los más pudientes alquilaban los bal­cones de las casas que dan a la plaza. Hay constancia de la celebración de corridas de toros, además de en muchas otras ocasiones, en los años 1663 y en 1833, esta última con motivo de la subida al trono de la reina Isabel II.

Sugerencia bibliográfica

Sobre Almagro, su plaza, y sus palacios, museos, y atractivos culturales, existen varios libros interesantes. El fundamental es el titulado “Plazas Mayores y Ayuntamientos de Castilla La Mancha” de Herrera Casado. Otros son los dedicados a “Monasterios y Conventos de Castilla La Mancha”, “Palacios y casonas de Castilla La Mancha” y “Museos de Castilla La Mancha” en todos los cuales Almagro es protagonista.

Plazas mayores y ayuntamientos