Durón

En la orilla derecha del gran valle del Tajo, hoy ocupado por el embalse de Entrepeñas, y al pie de una gran lastra rocosa que le abriga de los vientos norteños, asienta este pueblo, muy populoso y activo en la antigüedad, y hoy más apagado pero dinámico, y con visos de revitalización por su proximidad al filón turístico de Entrepeñas.

Goza todo el término de bellos paisajes y agradables rincones: por una parte, las vistas sobre el lago, y por otra, los enclaves naturales donde las rocas y la vegetación se dan cita en bellos conjuntos. Así, el Castillo, la Calera, el Portillo, la Hoz Angosta y el Granillo de Sal, lugares idóneos para realizar excursiones a pie desde el pueblo.

Su origen histórico es muy antiguo, pues es clave su situación sobre el Tajo y cruce de caminos hacia la meseta alcarreña. Tras la reconquista de la Transierra, en 1085, por Alfonso VI de Castilla, quedó extendido hasta esta orilla del Tajo el territorio propio de la Comunidad de Villa y Tierra de Atienza. Durón fue elegido como cabeza de un sesmo de esta Comunidad, pasando luego a depender del Común creado en torno a Jadraque. Con todo él, pasó en el siglo XV al señorío de los Carrillos, por donación que el rey Juan II hizo de esta tierra a su cortesano don Gómez Carrillo y a su mujer doña María de Castilla. En 1478, el hijo de éstos, don Alfonso Carrillo de Acuña, cambió su señorío jadraqueño con amplio territorio por la villa de Maqueda y la alcaldía mayor de Toledo, que le ofreció don Pedro González de Mendoza, gran cardenal de España. Este fue, pues, el primero de esta casa noble que lo poseyó, y luego fue pasando, incluido en el «Condado del Cid», a los marqueses de Cenete y duques del Infantado. El sesmo de Durón comprendía las villas y aldeas de Budia, el Olivar, Gualda, Picazo y Valdelagua.

La iglesia parroquial se precede de un atrio cubierto, al que se asciende desde la plaza por una bella escalera de fuerte sillar en ángulo. La portada se orienta al sur, y es un elemento labrado en sillería, de estilo barroco, con abultado dovelaje almohadillado, incluido en saliente cuerpo que remata en geométrica moldura. La torre, de planta cuadrada, lleva grabada la fecha de 1693.

La ermita de Nuestra Señora de la Esperanza, que antaño estuvo situada en el fondo del valle del Tajo, en una amena pradera de sus orillas, fue transportada piedra a piedra y rehecha, al ser inundado por el embalse dicho lugar, corriendo la Confederación Hidrográfica del Tajo con todos los gastos. Hoy se encuentra en uno de los lugares más bellos de la Alcarria, en un altivo saliente, rodeada de frondosos pinares, a gran altura sobre el valle y hondón donde las aguas del embalse azulean perennes.

La ermita, de construcción barroca del siglo XVII, fue trazada y construida en 1629 por Juan García Ochaíta, a instancias del pueblo y obispado. Deteriorada pronto, hubo de ser reconstruida en 1700, estando en esta ocasión las obras a cargo de Pedro de Villa Monchalián, maestro montañés, constructor de la iglesia de Jadraque, quien le dio traza. Es edificio de muy severas líneas y vanos moldurados con sencillez; posee una sola nave, gran crucero cubierto de cúpula hemisférica, y con talla de la Virgen de la Esperanza. Es muy venerada en toda la comarca alcarreña, y dice la tradición, que a mediados del siglo XIV se apareció la Virgen, sobre las ramas de una encina, al pintor palentino Fernando de Villafañe, que por allí moraba. Este anunció en el pueblo su visión y el deseo de la Virgen de que se construyera una ermita, pero fue rechazado su relato, y sobrevino una epidemia de peste en el pueblo de Durón. Entonces las autoridades y vecindario, asustados, decidieron construir la ermita en el lugar de las apariciones, ocurriendo después diversas peripecias en torno a esta construcción, pues en principio, de forma misteriosa, lo que levantaban por el día, por la noche venía al suelo. Percatados de que estaban construyendo en sitio diferente al de la aparición, se ajustaron muy precisamente a éste, y entonces una fuerza misteriosa les ayudaba en las obras, que ya fueron rápidas. Ahora, nuevamente cambiada la ermita de su primitivo lugar, muestra amenazadoras señales de ruina.

Otros muchos elementos arquitectónicos, de cierto valor artístico y evocador, se pueden admirar en este pueblo, hasta el punto de hacer de Durón uno de los enclaves de más denso patrimonio histórico-artístico de la Alcarria. El viajero debe visitar el Calvario de piedra a la entrada del pueblo viniendo de Sacedón; la ermita de Santa Bárbara, muy sencilla; la ermita de la Soledad, en el camino de Sacedón, hoy habilitada para vivienda particular; diversos palacios señoriales de los siglos XVI al XVIII, con escudos nobiliarios sobre las claves de sus entradas: la Carnicería, antiguo edificio comunal que se dedicó a venta de productos del Concejo; una espléndida fuente barroca, construida en 1793, con gran mascarón de bronce de donde surge el agua, y la picota en la entrada de la villa, por el camino de Budia, sencillo pilar rematado en cuatro mensulones, obra del siglo XVI.