Hontoba

Hontoba en la Alcarria

 

Hontoba es un pueblo de la Alcarria que asienta en lo hondo de un estrecho valle que desde la meseta alcarreña se encamina al más amplio del Tajuña. Debe su nombre a una fuente que en el centro del pueblo mana abundante. Los cerros del alrededor, a trechos cubiertos de olivos, son secos y ásperos. En cambio, el fondo del valle es frondoso y acogedor, y en él van surgiendo gran cantidad de casitas de campo.

La historia

A comienzos del siglo XII, ya figura Hontoba en el territorio dominado, en la Alcarria baja, por la orden Militar de Calatrava. Los comendadores de Zorita ponen justicia, alcalde y alguaciles, en este lugar.

En el año 1498, por documento escrito en Alcalá, los Reyes Católicos, Isabel y Fernando, conceden a Hontoba el título de Villa, aunque sigue perteneciendo a la Orden de Calatrava, y en el reinado de Carlos I llega a pagar la cantidad de mil y cien ducados a las arcas reales, para no ser desmembrada de la Orden y seguir teniendo por único señor al Emperador.

Pero en 1645, la Villa encontrándose en mala situación financiera decide ponerse en venta, adquiriéndola en diciembre de ese año don Francisco Bandrés de Abarca. Su hija y heredera, Juana Gabriela, casó en segundas nupcias con el alemán don Jorge de Ettenhrad, caballero calatravo y teniente de la Guardia Alemana, pasando después a su hijo, Francisco Antonio de Ettenhard, y aunque la Orden pleiteó contra este señor y su señorío, por haberse hecho con su jurisdicción y el cobro de los propios y rentas de la villa, la posesión continuó en su familia, pasando luego por venta a la familia Jaramillo, a finales del siglo XVIII.

Los edificios de Hontoba

Aparte de una casona de noble aspecto, con escudo de armas sobre el portón, que hay detrás de la iglesia, el resto de lo que interesante tiene Hontoba se concentra en su plaza mayor.

En el centro de ella lució hasta la Guerra Civil de 1936-39 una picota que simbolizaba su rango de villazgo, obra del siglo XVI, constituida por una columna cilíndrica en varias piezas, cuatro cabezas de leones emergiendo del capitel de remate, y un gran florón final. Fue reconstruida y hecha de nuevo a finales del siglo XX, y ahora se alza en el lugar de siempre.

Además se ve todavía el castizo ayuntamiento de soportales y galería de madera, con esbelta torre aneja a la que se suma el comunal reloj. Muy cerca se ven los restos de una gran puerta de almohadillados sillares, con grandes rejas, que recuerdan el lugar donde asentaba la casa palacio de los Ettenhard.

La iglesia románica

El monumento más interesante del pueblo es la iglesia parroquial dedicada a San Pedro, obra de estilo románico rural, merecedor de atenta visita. Pertenece al periodo del siglo XII en sus finales toda la cabecera del templo: presbiterio, ábside y espadaña.

Tiene su acceso por el muro de poniente, entre dos gruesos machones. Al norte, muro liso y al sur, en un pequeño jardín, la puerta de arco conopial con adornos góticos.

El ábside, orientado a levante, es semicircular, presentando en su centro una ventana aspillerada rodeada de imposta en medio punto. Se divide dicho ábside en cinco porciones separadas por haces de columnas adosadas en grupos de tres, y se remata en capiteles foliados y sencillos modillones.

Sobre el arco triunfal de paso al presbiterio, carga la gran espadaña románica de cuatro vanos, ejemplar que sólo puede compararse al que en Pinilla de Jadraque existe.

El interior es de tres naves, más alta la central. Se ven separadas por gruesos pilares octogonales, con remates de alternadas molduras, que sostienen solemnes arcos semicirculares.

Se separa la nave central del presbiterio, que está más elevado, por un gran arco triunfal de cuatro arquivoltas de arista viva, iniciando el arco apuntado, apoyando sobre un par de capiteles foliáceos, sencillos y bellos, a cada lado. El presbiterio se cubre de alta bóveda de sillería, de medio cañón, y el ábside con bóveda de cuarto de esfera del mismo material, dando un aspecto imponente por sus limpias y grises paredes de piedra viva.

La ermita de los Llanos

En lo alto del cerro que por el norte guarda a Hontoba, aún permanecen las monumentales ruinas de la que fue ermita de Nuestra Señora de los LLanos, de antiquísimo origen medieval, según leyenda que dice cómo allí se apareció la Virgen a un pastor, y al que pidió se le levantara una ermita. Durante siglos fue muy numerosa la afluencia de devotos y la celebración de romerías en aquella altura, desde la que se contemplan dilatados panoramas.

Junto a ella instalaron casa los monjes jerónimos de Tendilla, que atendían el culto de la ermita, y recogían las limosnas. Y en ella también gustaron de pasar largas temporadas los duques del Infantado, en especial el cuarto duque, el anciano don Íñigo López de Mendoza, mediado el siglo XVI. Los restos actuales son de la ermita que, en ampuloso estilo barroco, se construyó hacia el siglo XVIII, y no encierran nada de artístico.

Recomendación bibliográfica

Es fundamental para conocer la historia y la riqueza patrimonial de Hontoba el libro que escribió un historiador, hijo del pueblo, pero destacable por muchos otros motivos: Aurelio García López es el autor de “Historia de Hontoba”, editado por AACHE en su colección “Tierra de Guadalajara” nº 70, con 320 páginas y numerosas ilustraciones y documentos.