La ciudad de Recópolis

La ciudad visigótica de Recópolis

En Recópolis se pueden ver muchas interesantes. Por ejemplo, quedan los abultados restos del presbiterio, con arcos volados de piedra, y muros firmísimos. Además los restos de inicio de muros nos delimitan perfectamente la planta del edificio. Desde una fachada totalmente cerrada, y a través de su única y estrecha puerta, se accedía desde la gran plaza. Era de cruz latina, estando dividida su planta en diferentes espacios que servían a las necesidades funcionales de la liturgia. La cabecera, formada por el ábside – que albergaba el altar- y el crucero, eran los espacios reservados sólo para el clero. La nave central era el lugar destinado a los fieles, los bautizados. Dos naves colaterales flanqueaban a la central y se comunicaban directamente con el transepto.

Sobre el terreno, y según nos explican los especialistas que han estudiado a fondo el edificio, al inicio del templo se encontraba el nártex, el recinto en el que se localizaba la fachada y la entrada principal, una especie de vestíbulo enmarcado por grandes columnas, en el que se albergaban durante las ceremonias los catecúmenos, los que aún no se había bautizado. A un costado se alzaba el baptisterio, lugar fundamental en una basílica visigoda. Bajo su suelo se encontró en 1946 el tesorillo de tremises visigodos, todos de oro y recién acuñados.

La importancia de la planta y restos de este gran templo basilical de Recópolis es su gran parecido con los templos áulicos cruciformes edificados en Bizancio por iniciativa imperial, que inspiraron a las más importantes iglesias aúlicas, dedicadas a los Santos Apóstoles, en muchas ciudades de la Europa controlada políticamente por Bizancio.

Otro de los elementos, a contemplar en Recópolis hoy es el palacio real. El único que existe en la provincia, precisamente para albergar a la realeza visigoda. Era este el lugar donde radicaba el poder: donde vivían y actuaban los delegados gubernamentales, y donde ocasionalmente acudía la Corte. Se levanta, con una planta estrecha y muy alargada, en la parte más alta de la ciudad y en el borde del talud que esta forma sobre el río Tajo: un lugar, sin duda, privilegiado, por las vistas que desde su piso alto se alcanzaba, por el aire que siempre soplaría en sus salones, y por la belleza que tendría su masa sobre el resto de la ciudad.

Según nos cuentan los expertos arqueólogos que han estudiado la ciudad, este conjunto de edificaciones palatinas es el de mayores dimensiones hasta el momento conocido en Europa occidental para este periodo. Además de alojar a los altos dignatarios, este palacio albergaba servicios y funcionarios dedicados a la administración y gobierno de la ciudad y su territorio. Estos estarían en la planta baja, más lóbrega, mientras que la superior, más ornamentada y luminosa, sería lugar de residencia de gobernadores, príncipes y reyes. Al parecer esa planta alta estaba adornada con pavimentos de opus signinum y una importante decoración escultórica. Este edificio se construyó en los años finales del siglo VI, cuando la fundación de Recópolis, y fue recibiendo sucesivas reformas.

Hoy el viajero puede ver un largo espacio con fuertes muros, en algunos lugares reforzados por torreones de planta semicilíndrica, macizos, y en el interior los arranques de poderosos pilares que servirían para sustentar la planta alta.