Museo Provincial de Guadalajara
El Museo Provincial de Guadalajara está instalado en las salas bajas del Palacio del Infantado. Forma su colección permanente un denso grupo de piezas en las que destacan pinturas, esculturas, telas, piezas arqueológicas, y detalles de la cultura material y popular de la provincia. El Museo Provincial de Guadalajara es uno de los objetivos a visitar en un posible viaje cultural a la ciudad de Guadalajara.
Entre las obras pictóricas aquí reunidas, procedentes en su día de los conventos sometidos a la Desamortización en tiempos de Mendizábal, destacan algunas de bidas a los pinceles de Bartolomé Román, José de Ribera, Juan Carreño de Miranda, Breda, Juan de la Corte, Antonio Rodelas, Alonso Cano, y Alonso del Arco, así como otra gran porción de anónimos, pero todos de alto interés artístico. Están además algunas piezas procedentes de conventos exclaustrados como San Salvador de Pinilla, o elementos rescatados de yacimientos arqueológicos de cultura celtibérica, romana y hebrea.
Destaca en su salón principal la estatua sepulcral de doña Aldonza de Mendoza. Es obra gótica de la primera mitad del siglo XV, realizada en alabastro blanco hacia 1435, poco tiempo después de fallecer esta señora, que dejó en su testamento mil florines de oro para hacerlo, según manifiesta convenyble a my persona, y situarlo en el centro de la nave mayor de la iglesia monasterial de los jerónimos de Lupiana, a los que ayudó regalando artesonados y retablo para la iglesia. No estuvo en tal lugar, sino en el muro de la izquierda del presbiterio, tapada con una reja que no permitía la fácil contemplación de tan bella obra. En 1845 se traía desde Lupiana al Museo Provincial, luego era enviada al Arqueológico Nacional en 1868, y finalmente, en 1973, se reintegraba a este renaciente museo.
De autor desconocido, este monumento funerario acusa todas las características de la mejor estatuaria gótica. Su conservación es perfecta. Se conforma el sepulcro por cama rectangular en cuyas caras laterales vemos el sencillo escudo mendocino de los primeros tiempos (una banda cruzada sobre fondo liso) entre decoración floral de cardinas y hojas. La cara anterior se presenta lisa, pues el motivo que la ornaba se ha puesto ahora en la posterior, en la que se muestra el escudo de Castilla, pues doña Aldonza fue hija del almirante don Diego Hurtado de Mendoza y de doña María de Castilla, hija natural de Enrique II. Es sostenido por dos salvajes minuciosamente trabajados, y en sendas cartelas de caracteres góticos se lee Omnia preterit / preteran arc deiiz, que transcrito al latín correcto debe decir: Omnia preteriit, preteram arcae deiciit, lo que en castellano viene a significar Todas las cosas pasadas, pasarán arrastradas a la tumba. En la pestaña del sepulcro podemos leer: le doña aldoça de medoça que dios aya duquesa de arjona mujer del duque don fadrique finó sabado XVIII dias del mes de junio año del nascimiento de nro salvador ihu xpo de mill e quatrozientos e XXXV años.
La talla escultórica es muy interesante. Se la representa con los rasgos de la vida, mas joven aún de como sería en su muerte, acaecida cuando frisaba los cincuenta años: su garganta llena, sus labios frescos, su nariz tersa, sus ojos turgentes y su frente sin arrugas son la misma imagen de la belleza serena y el plácido sueño reposado. Viste a la moda del cuarto decenio del siglo XV; con cinturón alto, vestido recorrido de pliegues perfectos que no llegan hasta el borde inferior, el cual se cubre de minuciosa decoración. Descansa su cabeza, cubierta de sencilla toca, sobre un par de almohadones prolijamente tallados. Sostiene entre sus manos ‑derecha sobre izquierda‑ un rosario en dos vueltas. Los pies se elevan unos centímetros sobre el plano del sarcófago, para proporcionar más perfecta horizontalidad al cuerpo. Hermanastra de don Iñigo López de Mendoza, primer marqués de Santillana, nació en Guadalajara, residiendo largo tiempo en Carrión de los Condes, junto a la segunda mujer de su padre, doña Leonor de la Vega. Fue señora de numerosos pueblos de la provincia de Guadalajara, entre ellos Cogolludo, Loranca, Argecilla, Utande y Espinosa de Henares, donde murió. Estuvo casada con el duque de Arjona, don Fadrique de Castro, primo del rey. A su muerte favoreció grandemente a diversos monasterios de Guadalajara.