San Juan de los Reyes, en Toledo

San Juan de los Reyes

Este convento, tanto desde el punto de vista de su historia, y sobre todo del arte en que está articulado, constituye uno de los principales referentes del franciscanismo en España, del sentido cristiano de la monarquía absoluta, y de la belleza espectacular de la arquitectura y ornamentación hispano-flamenca. Sin duda es este el hito más sobresaliente, el edificio más destacado de la serie de conventos y monasterios que asientan hoy, al menos en presencia física, en el territorio de la Región de Castilla-La Mancha.

Existe una rica documentación acerca de la fundación y construcción del edificio. El cronista de la Orden franciscana Fray Pedro de Salazar, historiador clásico y fundamental en los anales de la Orden en nuestro país, se explaya en la referencia a este, al que considera en cierto modo, la matriz del franciscanismo hispano. La intención inicial de dedicación al apóstol san Juan se debió a la especial devoción que la reina tenía por esta figura del Nuevo Testamento. La dedicación exacta fue la de “San Juan ante portam latina”. Así decía la reina, en el documento de fundación: «Por cuanto yo he tenido y tengo muy singular devoción al bienaventurado Señor San Juan y a la Orden de la Observancia del Señor S. Francisco, he deliberado de facer y edificar una Casa y Monasterio de dicha Orden de San Francisco de la Observancia, y a devoción del bienaventurado dicho Señor Juan, Apostol y Evangelista, en la muy noble y muy leal ciudad deToledo». También se dice en ese documento que la fundación se hace para conmemorar la victoria de la monarquía sobre el acoso de los portugueses en la batalla de Toro (1476). Y aún hay quien le suma la idea de que lo hizo para celebrar el nacimiento de su heredero, el príncipe Juan, venido al mundo en 1478. La verdad es que desde un año antes, en 1477, son adquiridas las casas que habían de derribarse para construir el monasterio, dentro del recinto de la ciudad de Toledo, en la orilla derecha del río Tajo, frente al Puente de San Martín. Pertenecían estas casas, en su mayoría, a Pedro Núñez de Toledo, regidor de Madrid, hijo de Alonso Álvarez de Toledo, y a Francisco Núñez.

La reina encarga la dirección de las obras, conjuntamente, al arquitecto Juan Guas y al escultor Egas Cueman, hermano del maestro Hanequin de Bruselas. Ambos borgoñones, con unas ideas ya muy claras y elaboradas en cuanto al sentido de la arquitectura religiosa de grandeza, y al gusto por los hispánico auténtico, modelado por lo centroeuropeo, que la reina Isabel ha aceptado como suyos. Si los elementos constructivos y de diseño de espacios y volúmenes se deben a Juan Guas, la idea de las riquísimas organizaciones decorativas y la dirección de los talleres de escultura correspondieron a Egas Cueman. Esta colaboración se daría a continuación de acabado este monasterio, en el palacio de los duques del Infantado de Guadalajara. Desde 1479 figuran, en los libros de registros de estas obras, ambos maestros como los mayores del conjunto, quedando patente el coste inmenso de las obras, y el hecho de que no se escatimaron medios para hacerlo suntuoso y perfecto.

Si los franciscanos tenían presencia en Toledo desde el siglo XIII, habían fundado casa siendo regida por los conventuales, la Reina Católica desea que esta nueva fundación sea para los de la Reforma Observante, los que están apadrinados por el Cardenal Cisneros, y los que siguen las normas implantadas por la renovación concepcionista para monjas de Santa Beatriz de Silva.

Cuando Cisneros llegó a Toledo en 1486, ya vivían los franciscanos entre los muros de San Juan, estando acabados en esa fecha la capilla mayor, el cuerpo de la iglesia y algunas bóvedas. En 1492 debían estar acabados los paramentos del crucero, pues sus escudos no llevan aún la granada en punta. Y en 1496, cuando pasó por Toledo el viajero Jerónimo Münzer, la obra estaba prácticamente acabada, pareciéndole asombrosamente blanca y perfecta en su realización. Y aún da el alemán la cifra, que ha oido, de 200.000 ducados como coste de las obras, cifra enorme para aquellos tiempos.

Siguiendo los estudios de María Angela Franco Mata, Rosario Díez del Corral, y el profesor Azcárate Ristori, que han aportado noticias documentales y apreciaciones estilísticas de gran calado para el entendimiento de este edificio e institución, podemos ir repasando los ámbitos más destacados del mismo, y los avatares que, tanto desde el punto de vista religioso, como sobre todo artístico, ha ido sufriendo este monasterio.

Guas se había comprometido a terminar la obra el día de san Juan de 1498, pero murió en 1496, cuando ya la llevaba muy avanzada. Sus yernos, Luis de Aguirre y García Pérez de Roxas, junto con los maestros Enrique y Antón Egas, se encargan de continuar la dirección y contratas, no terminando completamente la obra hasta el año 1505. La reina Isabel, pudo, al menos, contemplarla casi acabada antes de morir en 1504.

AACHE Ediciones de Guadalajara

Los elementos claves de este monasterio de San Juan de los Reyes de Toledo son su iglesia y su claustro. Hay muchas otras dependencias, detalles ornamentales y sugerencias a tener en cuenta, pero esos son los ámbitos por los que es fundamentalmente conocido.

La iglesia es de una sola nave, en la tradición franciscana, con capillas laterales entre los contrafuertes, una en cada tramo. El crucero es muy leve, y solo se acusa en la planta por una levemente mayor anchura del tramo, y en el alzado por la mayor elevación sobre el resto de la nace y presbiterio. La capilla mayor es poligonal, contando el templo con acceso directo al claustro desde el lado sur por el crucero y por la nave. Según la disposición original de Guas, el ingreso a la iglesia se abría en el hastial del pie del templo, pero a fines del siglo XVI se trasladó al costado, tal como se ve hoy. Tal como nos dice el profesor Azacárate en sus estudios, “destaca el profundo efecto lumínico y perfectamente matizado de la iglesia:… la nave [está] suavemente iluminada con luz lateral tamizada y coloreada por las vidrieras de los ventanales, y el crucero era un derroche de luz cenital y lateral, que hacía resaltar la esplendorosa decoración, acentuada por el colorido de las vidrieras. El simbolismo de la luz cobra así vida desde la oscuridad de los pies, pasando por el cuerpo de la iglesia hasta el lugar del altar, la parte correspondiente a la Divinidad”.

La nave única tiene dos niveles en sus paramentos. El inferior está abierto a las capillas laterales, y el superior ofrece ventanales de arco apuntados. Ambas zonas están separadas por un cenefa que corre a todo lo largo de la nave, y en la que puede leerse: ESTE MONESTERIO E YGLESIA MANDARON HASER LOS MUY ESCLARECIDOS PRINCIPES E SEÑORES DON HERNANDO Y DOÑA YSABEL REY Y REYNA DE CASTILLA DE LEON DE ARAGON DE CECILIA LOS QUALES SEÑORES POR BIENAVENTURADO MATRIMONIO SE IUNTARON LOS DICHOS REYNOS SEYENDO EL DICHO SEÑOR REY Y SEÑOR NATURAL DE LOS REYNOS DE ARAGON Y CECILIA Y SEYENDO LA DICHA SEÑORA REYNA Y SEÑORA NATURAL DE LOS REYNOS DE CASTILLA Y DE LEON EL QUAL FUNDARON A GLORIA DE NUESTRO SEÑOR Y DE LA BIENAVENTURADA MADRE SUYA NUESTRA SEÑORA LA VIRGEN MARIA Y POR ESPECIAL DEVOCION QUE TOVIERON.

Al mirar desde el exterior este edificio, sorprende por su austeridad. Destacan dos cuerpos: la cabecera, como gran masa cúbica con contrafuertes y pináculos en sus remates, y este plano y con las cadenas colgantes que desde 1494 se mantienen, en homenaje a los rescatados aquel año de las cárceles musulmanas del norte de África. Esa idea de panteón o iglesia sepulcral que en principio tuvo la reina, y que luego cambió por la Capilla Real de Granada tras la toma de la capital nazarita, se impone en la visión de San Juan desde el otro lado del río, pues desde allí parece el templo un gran catafalco rodeado de los velones (los pináculo) que le iluminan. El cimborrio es poderoso en volumen, y muy rico en decoración, con escudos de los reyes, sus símbolos de yugos y flechas, estatuas de santos y ángeles, etc.

El retablo que hoy preside la iglesia, es obra de Comontes en 1541, procede del hospital de la Santa Cruz, y presenta la imagen central de San Juan sosteniendo el cáliz Aristodemos, sumado de un Calvario y acompañado de los Reyes Isabel y Fernando, más sus patronos personales, San Juan de Fernando, y San Francisco de Isabel.

En el interior de la iglesia resaltan los decorados muros, que se alzan cubiertos de tallas en piedra desde casi el suelo hasta las bóvedas. Son especialmente majestuosas las tribunas que surgen adosadas a los pilares fronteros de la nave desde el crucero. Se sustentan sobre grandes ménsulas formadas por tres cuerpos y antepecho de claraboya. En el primer cuerpo aparecen talladas las figuras de santos bajo doseles con arcos conopiales mixtilíneos Y encima de ellos una tracería formada por arco conopial encuadrado por otro trilobulado, separándose del segundo cuerpo por una faja con hojas de vid y molduras, que abarcan en sus huecos repetidas y alternantes las iniciales de los monarcas, «F» e «Y», bajo arco de medio punto.

La capilla mayor tiene la misma altura que la nave, aunque está ligeramente elevada sobre unas gradas. Es de planta pentagonal, y los paños se dividen en dos cuerpos por una faja con decoración epigráfica, e inscripción latina, que dice así: «CHRISTIANISSIMY PRIINCIPES ATQUE PRECLARE CELSITUDYNIS FERDINANDUS ET ELISABET INMORTALYS MEMORIE YSPANIARUM ET UTRYUSQUE CECILYE ET IERUSALEN REGES CONSTRUERUNT AD HONOREM DEI ET HERETICIS AB EORUM DOMINYS ET DEVICTIS ET EXPULSUS OMNIBIS INFIDELYBUS IUDAICE ATQUE ABARENICE PROPHANE SETE CUM TRIUMPHALI VICTORIA REGNI GRANATE ET MAIORIS JUDEI ET AFRICE DEBELLACY en lectura de Azcárate.

Los paños de los hastiales del crucero están divididos en dos cuerpos por la faja epigráfica que circunda interiormente el perímetro del edificio. El cuerpo inferior se divide otra vez en dos horizontalmente a través de una faja con decoración vegetal y verticalmente en cinco calles, más anchas las dos intermedias. En la parte superior de cada una de estas cinco calles se desarrolla una decoración heráldica que nos ofrece un único motivo, rítmico y repetido: sobre un fondo de tracería surge el escudo de Castilla y Aragón, sostenido por el águila de san Juan y timbrado por rica corona de distintos tipos. Debajo de cada escudo hay sendos leones afrontados más los yugos y las flechas. Los escudos están separados por figuras de santos sobre ménsulas cobijadas por riquísimos doseles de varios cuerpos. Más arriba, en el cuerpo superior de estos hastiales, se abren sendas ventanas de arco apuntado. A todo el que mire estos muros del crucero de San Juan se les quedará grabada la idea de la riqueza iconográfica, de la fuerza simbólica y del detalle y virtuosismo de los tallistas. Todos los detalles decorativos fueron organizados y pensados, y todos ellos tallados con finísima elegancia. Un elemento a tener en cuenta es ese conjunto de cabezas, muy próximas entre sí, que surgen entre una cornisa en forma estrellada y un friso en forma de corona, entre la ornamentación de flora estilizada y sobre los mocárabes de las pilastras: muchos rostros, individualizados y con tendencia al retrato, dirigen su mirada hacia abajo. Son grupos que parecen estar observando lo que ocurre en el crucero del templo, y es posible que simbolicen a la sociedad toledana del momento, presente en la consagración del templo y los actos religiosos en él celebrados.

En esos grupos escultóricos hay también muchos santos, todos relacionados con la monarquía castellana o con la Orden franciscana. Vemos así a san Francisco de Asís, a san Bernardino de Siena, y a san Luis de Francia, junto con santa Isabel de Hungría y santa Rosa de Viterbo, sin que falte la reina santa Elena, la descubridora de la Cruz, que debió de presidir, monumental, el ábside del templo, y que hoy se conserva en el exterior, en la puerta lateral que permite el acceso de turistas al monumento. Es una cruz severa y elegante, sin Cristo, y cubierta de decoración de cardinas, rematada por un pelícano, que representa a Cristo, pues es sabido que este animal da de comer y aporta la vida a sus crías con lo que deja en el depósito grande de su pico.

Es muy hermosa la puerta que comunica la iglesia con el claustro desde el crucero. En ella desarrolla Juan Guas sus esquemas de combinación de arcos mixtilíneos, apuntados, trilobulados, etc. cuajados sus moldurajes de elementos góticos como cardinas y animales fantásticos, y sumados de escudos, que llevados de ángeles, en este caso muestran las cinco heridas de Cristo, representando así su escudo de armas personal.

El otro gran elemento artístico de este monasterio es el claustro conventual. De planta cuadrada, ligerísimamente escuadrado con relación a la iglesia, según se advierte en los planos, tiene siete tramos por cada lado, y dos pisos. El espacio del claustro bajo se cubre con bóvedas de crucería, del llamado tipo alemán, sin clave central, a excepción de los tramos angulares, que se cubren con bóvedas de terceletes. Los pilares que sostienen bóvedas y ventanales son muy complejos y hermosos, con dos partes: una inferior formada por un pilar de núcleo cilíndrico con base constituida por varias molduras sobre pedestal semicircular liso, y una superior en la que se coloca una imagen sobre rica ménsula y bajo dosel prismático, similares a los que se ven en el crucero del templo, con remates de crestería, y alcanzando la altura de los capiteles de arranque de la bóveda. Al exterior, en el jardín, estos pilares son en realidad contrafuertes prismáticos de dos cuerpos. El perímetro exterior del claustro está circundado por una faja en la que cabalga inscripción conmemorativa, ya recogida en otras publicaciones, y que según Parro este su texto: «Esta claustra alta y baja, iglesia, y todo este Monesterio fue edificado por mandado de los Católicos y muy escelentes Reyes D. Fernando y Doña Isabel, Reyes de Castilla, Aragón y Jerusalem, desde los primeros fundamentos, á honra y gloria del Rey del cielo, y de su gloriosa Madre, y de los bienaventurados Sant Juan Evangelista y del sacratísimo Sant Francisco sus devotos intercesores; y dentro de la edificación de esta casa, ganaron el reino de Granada y destruyeron la heregía, y lanzaron todos los infieles, ganaron todos los reinos de Sicilia o Nápoles y de Indias, y reformaron las iglesias y las religiones de frailes y monjas que en todo su reino tenían necesidad de reformación: y despues de tan grandes y escelentes obras el Rey de los Reyes Jesucristo llamó del naufragio de esta peregrinación á la dicha señora Reina, para darle galardon y premio de tan esclarecidos servicios como viviendo en esta vida le hizo, y falleció en Medina del Campo vestida del hábito de San Francisco á XXV de Noviembre del año de MDIV años».

Al jardín se abren en cada ala cinco grandes ventanales, de traza sencilla, de arco apuntado, con faja de decoración vegetal, en su planta baja, y en la alta se ven grandes vanos de arco conopial mixtilíneo y antepecho de balaustres. Arriba del todo, sobre estrecha cornisa de rosetas, v ala crestería y de vez en cuando, resaltan las armas de los Reyes. Es este claustro de San Juan uno de los espacios más hermosos con que cuenta la nómina de los monasterios y conventos de Castilla-La Mancha. Todo en él es fuerza, elegancia, jerarquía, rica decoración y severidad. “Hojas, flores y frutos se amontonan con una riqueza inusitada. La variedad vegetal es enorme. Parece como si se pretendiera reunir el Speculum naturae de las grandes catedrales. Se ven hojas de viejos árboles y hortalizas, de rosal y zanahoria, cardo y hojas silvestres…” nos dice Díez del Corral al describir esta estancia increíble. Vemos también tallados en la piedra de este claustro multitud de animales fantásticos con cabeza de fiera, osos de rabos largos, y otros también reales, como liebres, leones, águilas, caracoles, lagartos, carneros, gacelas, etc. Además de figuras humanas, como un niño apuñalando un águila, un mono jinete en un perro tocando la flauta, y la curiosa figuración de un mono sentado sobre un orinal. Y por si eso fuera poco, la gran colección de tallas de personajes bíblicos, profetas, apóstoles, santos y santas, en un intento que fue premeditado, de ofrecer un mensaje catecuménico indudable.

Esto que hemos descrito corresponde al original edificio (iglesia, claustro y monasterio) levantado por Guas en el último cuarto del siglo XV. Pero en la etapa del Renacimiento, siglo XVI, y aún en siglos posteriores, se hicieron añadidos y reformas. Y no digamos nada de la reconstrucción definitiva que hubo que hacer en todo el siglo XIX, tras la destrucción completa, por saqueo e incendio, de este monasterio, por las tropas francesas de Napoleón, el 19 de diciembre de 1808.

Las reformas y añadidos del siglo XVI han sido estudiadas por Fernando Marías. Así sabemos que se construyó a comienzos de ese siglo un segundo claustro, llamado “del Rey”. Lo conocemos por una planta hecha en 1594 por Nicolás de Vergara. Una gran escalera comunicaba ambos claustro, con la biblioteca y otras dependencias. La escalera de acceso a la segunda planta del claustro grande debió hacerse entre 1526 y 1534, y es posible que su autor fuera Alonso de Covarrubias.

Otra de las actuaciones más “modernas” es la portada principal del convento, que aun comenzada en 1526, no se llegó a completar hasta pasado el siglo XVII. Con trazas de Vergara o Covarrubias, comenzó a trabajarse en ella en 1607 y se completó en dos años. Esta traza final la dió Juan Bautista Monegro, y fueron los del Valle quienes la dirigieron. Esta portada es sencilla y elegante, propia ya de un manierismo evolucionado. Está encuadrada por cuatro pilares, dos a cada lado, y la puerta remata en un arco de medio punto, trasdosado con un conopio. Una moldura la supera y sustenta una hornacina apareciendo en el remate una cruz que monta sobre un escudo. A pesar de su “modernidad”, los autores sucesivos tuvieron el buen gusto de construirla con un aire gótico que casa bien con el resto del edificio.

Tras el incendio por los franceses, y la exclaustración por Mendizábal, San Juan de los Reyes quedó en ruina total. Los franciscanos siempre intentaron volver, se movieron por sí mismos para reconstruir el edificio, recuperarlo para su culto, como casa importante de la Orden. En un intento de salvación, en 1846 se establece como sede del Museo Provincial, tratando de aprovechar lo poco que quedaba del claustro y poniendo diversas colecciones de elementos procedentes de otros conventos exclaustrados, en las dependencias que quedaban en pie. Sería el sabio arquitecto Arturo Mélida quien acometiera, a instancias del Estado y la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, la restauración completa del edificio, empezando por el claustro. Acabado el empeño, el edificio se dedicó a Escuela de Industrias Artísticas, y a partir de ahí se continuó con la restauración de la iglesia, abandonada aún por más tiempo. Finalmente, esto se concluyó en 1926, y solo después de la Guerra Civil, en 1954, se consiguió repoblar el monasterio de San Juan con una comunidad de franciscanos.

Texto tomado del libro “Monasterios y Conventos de Castilla-La Mancha” de Antonio Herrera Casado. Aache Ediciones, 2005, 272 págs.

Monasterios y Conventos de Castilla la Mancha

Una página que te muestra cómo visitar el monasterio de San Juan de los Reyes en Toledo.

También en el libro «Monasterios y Conventos de Castilla La Mancha» encontrarás noticia de otros muchos edificios e instituciones que te muestran la historia y el patrimonio de esta región.