El Cardenal Mendoza
El Cardenal Mendoza es sin duda una de las glorias de la historia de la ciudad de Guadalajara. El habitualmente conocido como cardenal Mendoza fue el quinto hijo de don Iñigo López de Mendoza, marqués de Santillana, y doña Catalina de Figueroa. Nació en Guadalajara en 1428 y, desde la cuna, fue destinado a la carrera eclesiástica, ocupando desde niño dignidades en el cabildo toledano por nombramiento del arzobispo Gutierre Álvarez de Toledo, su tío. Estudió en Salamanca entre 1446 y 1452, pasando después a la corte de Juan II, que le nombró su capellán. En 1453 fue designado obispo de Calahorra, aunque sus ambiciones políticas le llevaron de nuevo a la Corte, donde se convirtió en un obispo áulico durante los reinados de Enrique IV y los Reyes Católicos.
Cuando en 1458 muere su padre pasa a encabezar la poderosa familia de los Mendoza, utilizando el poder del que disponía para su encumbramiento personal y el de su familia. Tomó parte activa en las constantes luchas entre la nobleza en tiempos de Enrique IV, siendo partidario de los derechos legítimos de doña Juana la Beltraneja, incluso tras la muerte del príncipe don Alfonso. Sin embargo, en 1473, un año antes de la muerte del rey, se pasa al bando de la princesa Isabel, en rivalidad con el arzobispo Carrillo, hasta entonces fiel a la princesa. Mendoza, desde entonces, permanecerá siempre al lado de la futura reina, constituyendo un apoyo decisivo para la causa isabelina durante la guerra de sucesión con los partidarios de doña Juana, tomando parte activa en la batalla de Toro, decisiva para el desenlace final del enfrentamiento. A partir de ese momento se convierte en uno de los principales consejeros de los monarcas, especialmente en los asuntos de política religiosa. Su influencia fue decisiva en algunos de los acontecimientos y en las decisiones más relevantes del reinado como, por ejemplo, el establecimiento de la Inquisición, la reconstrucción de las diócesis tomadas al Islam, la expulsión de los judíos, o el apoyo prestado a Cristóbal Colón. A lo largo de su vida acumuló numerosos cargos eclesiásticos dentro y fuera de la Península. Tras el obispado de Calahorra, ocupó el de Sigüenza, en el que se enclavaban sus dominios familiares, fue también abad de Valladolid y de San Zoilo de Carrión. Amigo personal del cardenal Rodrigo de Borja, le acompañó en la legación castellana de 1472 y, gracias a él, recibió el capelo cardenalicio en competencia directa con su enemigo, el arzobispo Carrillo. Nada menos que tres títulos de Cardenal recibió en su vida: el de San Jorge, el de la Santa Cruz y el de Santa María in Navicella. Ocupó también el arzobispado de Sevilla, y fue, por deseo de Luis XI de Francia, abad de Fecamp. En 1482, al ocupar la sede de Toledo, renunció a todas las demás dignidades, salvo el obispado de Sigüenza. Tuvo dos hijos con doña Mencía de Lemos, y otro con Inés de Tovar. Murió en Guadalajara en 1495. Aquí se le ha dedicado una gran estatua, delante del palacio del Infantado, que construyó su sobrino el segundo duque, y que el Cardenal alcanzó a contemplar recién acabado.
Él vivió en su propio palacio, renacentista, situado frente a la iglesia de Santa María, y en la ciudad de Guadalajara ayudó mucho a la construcción y ornato del monasterio de San Francisco y al de las monjas bernardas junto al río Henares, promoviendo la dinámica comercial del burgo con la protección del mercado en la plaza mayor de la ciudad. También mandó circuir de una galería de estética renacentista la iglesia de Santa María, de tal modo que combinaba con ello las formas de su palacio frontero.
Datos de interés bibliográfico
Bibliografía sobre el Cardenal y el Arte en Castilla: La huella viva del Cardenal Mendoza, de A. Herrera Casado, 1995.
El libro donde mejor y más ampliamente se estudia la figura del Cardenal Mendoza: “Historia de Guadalajara y sus Mendozas en los siglos XV y XVI” de Francisco Layna Serrano. Aache, 1994.