Una obra que se apoya en dos pilares muy bien trabados: el texto, que da noticia de unos 60 lugares de la provincia de Guadalajara en los que el olvido ha machacado su clavo con crueldad, definitivamente. Y los gráficos, que realizados a lapicero, con soltura y uniformidad severa, dan muestra de esos lugares tal como hoy los vemos.
Un libro amable, y hermoso, que no se lamenta, sino que expone la evolución de un buen puñado de pueblos, y entornos, en los que el paso del tiempo ha dejado su huella, estéticamente romántica, evidenciada en ruinas.
Son pueblos que se sumieron bajo las aguas de un pantano (El Vado, Alcorlo, El Atance, Poyos) o que fueron expropiados por el Estado para destruirlos y reforestar el entorno (Robredarcas, Jócar, Santotis, todos en la Sierra) aunque también hay ruinas de monasterios exclaustrados (Bonaval, Óvila, Sopetrán) y lugares que se quedaron solos porque todos sus habitantes decidieron irse (Romerosa, Matallana, Valdelagua o Teroleja) más ese núcleo alcarreño de Villaescusa de Palositos al que le ha caído encima la maldición del corte de caminos, y del abandono de su iglesia románica…
Con un par de páginas, y la imagen escueta, esos lugares cobran vida ante los ojos del lector. Sabrá de ellos, de su situación, del proceso de “vaciado” y de cifras evolutivas. Sabrá, sobre todo, del valor sentimental que para todos guardan esos lugares, que fueron pueblos, chozos, ferrerías y ermitas, puentes y fábricas, que dieron un tono a la tierra de Guadalajara, y que ahora se han apagado. Además sirve de guía para recorrer las cuatro grandes comarcas de la provincia (Sierra Norte y Sierra del Ducado, Alcarria y Señorío de Molina) en busca de esos testimonios de un pasado centenario y entrañable.
El libro está editado por Aache Ediciones y ha contado con el apoyo institucional de la Asociación “Serranía de Guadalajara”.
