El balneario de La Isabela
Ficha Bibliográfica
Antonio Trallero Sanz, Francisco Maza Vázquez, Andrés Cidoncha Marañón, David Juan Núñez Pérez, Javier Ruiz Castillo, Ana Pilar Sancho Olóriz:
“La Isabela. Balneario, Real Sitio, Palacio y Nueva Población”.
Aache Ediciones. Colección “Tierra de Guadalajara”, nº 94. 2015.
208 páginas, ilustraciones a color. ISBN: 978-84-15537-88-5.
P.V.P.: 15 €.
Comentario al libro
Este libro es fruto de dos sucesivos estudios por parte de alumnos de la carrera de Arquitectura Técnica de la Universidad de Alcalá, dirigidos por sus profesores Trallero Sanz, Fernández Tapia y Maza Vázquez, iniciados en 2005 y acabados ahora, debido a las prolongadas tareas de campo que han llevado, mediciones “in situ” y análisis de un territorio que habitualmente está anegado por las aguas del embalse de Buendía, y que en épocas de sequía, al bajar las aguas, dejan al descubierto las ruinas de este antiguo Balneario y Real Sitio, permitiendo su estudio detallado.
El estudio tiene varias vertientes: de una parte el histórico del lugar, con búsqueda de fuentes documentales y bibliográficas que permiten remontar sus orígenes hasta la época de los romanos. De otra, el análisis urbanística, arquitectónico, topográfico y constructivo de un conjunto muy amplio de edificios, de jardines y servicios.
A este balneario, que tuvo sus años –sus siglos- de apogeo y fama, le llegó el nombre de “La Isabela” por decisión real, destacando así el uso que por parte de la monarquía hispana se hizo del mismo, y reflejando en su título el recuerdo de doña Isabel de Braganza, segunda esposa del rey Fernando VII. Aunque fue el tío de este, el Infante don Antonio de Borbón, hermano de Carlos IV, quien inició su uso, y programó estancias en “los Baños de Sacedón” como primeramente fueron llamados.
Por ellos, por sus nuevos edificios, sus bien cortados planteamientos urbanísticos, sus fuentes y sus jardines, sus alamedas junto al río y sus aguas salutíferas, desfilaron los reyes y reinas, políticos de altura y hasta intelectuales de nota. Por ejemplo, a don Gregorio Marañón le encantaba este lugar como espacio paradisiaco de descanso y meditación. Al final la Guerra Civil acabó con su uso, convirtiéndolo todo en cuarteles y prisiones, y tras el conflicto, la construcción del complejo hidroeléctrico de Entrepeñas y Buendía sumieron bajo las aguas del río Guadiela el conjunto.
Detalles añadidos
El estudio de los autores de este libro va más allá de la historia: se centra especialmente en el análisis de los edificios, de su ubicación, construcción, reformas, usos, y todo ello con el directo protagonismo de las ruinas que emergen, ahora más que nunca, y nos dejan ver la estructura de aquel Paraiso en la Alcarria que fue La Isabela. Como reflexión momentánea, nos vuelve la idea de cuantas cosas hermosas ha tenido esta tierra, y que hoy han sido dejadas en el silencio, en la ruina y en el olvido.
Es muy valioso el conjunto de gráficos que aporta este libro, quizás su más importante capital, porque se han levantado planos completos del lugar, alzados y secciones de sus palacios y residencias, de los baños y dependencias, etc. También se ofrecen en esta obra reconstrucciones virtuales, tridimensionales, de las estancias, los patios, los paseos, etc. Su carga gráfica es, sin duda, su mayor aportación.
A ello puede sumarse todavía el estudio novedoso acerca de los arquitectos que en los siglos XVIII y XIX construyen poco a poco el conjunto de La Isabela. Incluso se ofrecen los planos y las evidencias gráficas de otras ampliaciones que se pretendieron, -y que no llegaron a cuajar- para hacer de este Balneario el más ostentoso del centro de España, y eje del uso veraniego y salutífero por parte de la monarquía. Son los nombres de Antonio López Aguado, Silvestre Pérez, Isidro González Velázquez, y Custodio Teodoro Moreno los más destacados.
A todo este acúmulo de información, documental y gráfica, la obra de Trallero, Maza y colaboradores suma una serie de apéndices entre los que destacan la amplia descripción del lugar y sus edificios según la “Subasta de Fincas” que se hizo en 1856 al ser enajenado de la Real Casa y pasar a poder del Estado: en ese texto puede analizarse al milímetro cómo eran y a qué se destinaban los edificios de “La Isabela”.
En cualquier caso, un libro llamativo y útil, que nos da noticia de una parte de nuestro patrimonio y nuestra historia, aunque ahora, como se dice en el Colofón gráfico de la obra, nos muestra el “Ayer y el Hoy de un patrimonio histórico, artístico y cultural que Guadalajara ha perdido”.