Rafael Pedrós Lancha
Rafael PEDRÓS LANCHA
Madrid (1933 – 2015)
Formado en Madrid junto a los mejores pintores del comedio de este siglo,
en la Escuela de Artes y Oficios Artísticos,
en el Círculo de Bellas Artes y en el Casón del Buen Retiro
desarrolla un estilo propio y muy clásico a un tiempo,
dentro de la temática
del retrato y el costumbrismo.
Su estilo, personal y tenebrista, se engarza en la mejor tradición
de la pintura negra española.
Sus mejores modelos, sus paisajes y entornos urbanos
los ha encontrado Pedrós
en la tierra de la Alcarria,
en la provincia de Guadalajara,
a la que él está dando lo mejor de su vida su su arte.
Rafael Pedrós, un clásico viviente
Entre los grandes pintores que han habitado en nuestra tierra, en Guadalajara, no es el menor Alonso del Arco, que al parecer nació en Yebra, o Juan Bautista Maino, que lo hizo en Pastrana. Los pinceles de Francisco de Goya se pasearon por las orillas del Henares, y Jorge Inglés, allá en el lejano siglo XV, vino a Guadalajara para pintar cuadros, retablos y miniaturas al marqués de Santillana. Hernando del Rincón fue también una de las glorias de la pintura castellana que en Guadalajara nació o, con seguridad, vivió muchos años. Y otros grandes artistas como el aragonés Juan de Soreda, el castellano Juan de Flandes, y mil más que sería prolijo recordar, han puesto lo mejor de su arte por templos y óleos de Guadalajara.
Esto digo de los muertos, a los que no debe dejarse de añadir nombres contemporáneos como Regino Pradillo, Fermín Santos, u Ortiz de Echagüe, geniales todos. Pero entre esos clásicos, con nosotros se cruza muy a menudo quien todavía vive y es vecino de Yélamos de Abajo, aunque entre Madrid y la Alcarria reparte sus amores y sus pasiones: Rafael Pedrós, uno de los mejores artistas, de los más completos que ha dado el siglo.
Nacido en Madrid, en 1933, formado en el Real Colegio de Alfonso XII, desde muy pequeño se dedicó al dibujo y la pintura en la Escuela de Artes y Oficios Artísticos, en el Círculo de Bellas Artes y en el Casón del Buen Retiro. Su técnica depurada, y la «escuela» que desde un inicio tomó en las manos, le hizo ser un fiel copista de cuadros del Prado, del Louvre en París, y de otros museos italianos, países por los que viajó largo tiempo.
Pedrós humano
Rafael Pedrós, que fue Socio de Honor de la Casa de Guadalajara en 1996, se ha ganado a pulso el homenaje de los alcarreños. Por su afabilidad, su corrección, su tacto. Y sobre todo por su generosidad: el gran mural que la Casa de Guadalajara luce ahora, en tonos ocres y sepias, sobre el muro mayor de su Salón Cardenal Mendoza, es el regalo que Pedrós le ha hecho a nuestra tierra, y que reúne en sus más de veinte metros cuadrados los paisajes, las figuras y los monumentos más característicos de Guadalajara.
Si alguien quiere tener, en una sola estampa, y mirar de un vistazo, la provincia entera, tiene que venir a este salón y estarse un buen rato descubriendo donceles, princesas, marqueses y meleros, que se mezclan a fuentes de cuatro caños, a picotas, castillos y soldadescas… una obra que le define y le hace, repito, un clásico vivo.
La capacidad de pintar de Rafael Pedrós es impresionante. Muchos premios se ha llevado en su vida. Pero a su perfección técnica en el retrato, en la visión de un ambiente o de un grupo, añade la rapidez. He visto cuadros suyos cargados de figuras, de personajes, de telas y cobres, que ha pintado en sólo dos horas de trabajo. Su amor a lo clásico español, a los trajes de época, a los Mendozas del siglo XVI, a los monjes y a las calaveras, dan viveza y sorpresa a sus cuadros. Aunque quizás su mejor serie sea la de los retratos que ha emprendido con los elementos de la Magistratura española, con las figuras y santos/as de la Orden Carmelita española, con altos mandos militares y con personajes muy variados (unos 50) de la Peña «Los Marcianos».
La pintura religiosa, la recreación de ambientes sacros, es otra de las especialidades de Pedrós. Él ha puesto recientemente la pintura al renovado retablo de Mondéjar, aquel que Covarrubias y Correa de Vivar construyeran a mediados del siglo XVI y el odio sin medida del 36 se llevara por enmedio para tristeza de todos. Pedrós está llenando, calladamente, de cuadros realistas y espléndidos las iglesias de Guadalajara. Como un nuevo artista nacido de la Fé solemne y de la fuerza post-trentina, ha llevado su arte a las iglesias de Yunquera de Henares, de Almonacid de Zorita, de Aranzueque, de San Juan de Avila en la capital, de Budia, de Humanes, de Chiloeches, de Mochales… media página podría llenarse con sus creaciones.
El Cristo de la Miel
Pero yo quisiera, en este pequeño homenaje a la figura de Rafael Pedrós, este artista nacido en Madrid pero crecido y vivido entre nosotros, con alma de Alcarria y querencia de tomillares, destacar sobre todo ese sorprendente cuadro que pintó en 1995 y que ha paseado su imagen por algunos ámbitos en los que ha causado la admiración unánime de cuantos lo han visto. Es el «Cristo de la Miel», que acompaña en pequeña reproducción estas palabras. El Cristo de la Miel, de Pedrós, es una obra única, ingente, maravillosa. Una pieza de las que aparecen solo una por siglo. En el Calvario, con un fondo dulce de paisajes alcarreños en el que no faltan las «tetas de Viana» y el roquero castillo de Zorita sobre el Tajo, está Cristo en su trance de muerte, acompañado además de por María, San Juan y la Magdalena, por figuras de nuestra historia más entrañable, como el Marqués de Santilana, el Cardenal Mendoza, el molinés Abengalbón o el Arcipreste de Hita. De la herida del costado, mana miel (que no hiel) que recoge una figura de reina en un cantarillo de barro. Unas colmenas de tronco, tapadas por chapa y pedruscos surgen al pie de la cruz. Y un enjambre de finísimas abejas zumba en la escena, con prodigio de miniaturista, llenando el aire del cuadro. ¿Hay quien dé más?
Cuando lo terminó de pintar, Rafael Pedrós lo llevó a la Casa de Guadalajara, y allí estuvo expuesto una temporada. Luego se ofreció al público en la Feria Apícola de Pastrana, y al final lo ha adquirido, en marzo del año 2000, la empresa Mielería Alcarreña, que comanda el peñalvero Teodoro Pérez Berninches.
En serio, creo que si algún cuadro debiera representar el arte de nuestra tierra en este siglo que ya va acabando, sería el «Cristo de la Miel» de Rafael Pedrós el que con toda justicia lo hiciera. Ya tiene versos dedicados (de Utrilla Layna) y párrafos elocuentes que lo describen (de Aragonés Subero). Acaba ahora de encontrar acomodo en sitio adecuado y con las miradas que merece. ¡Enhorabuena!
Entre las muchas actividades que en sus últimos años desarrolló Pedrós en el mundo del arte y en torno a la tierra de Guadalajara, debe contarse la realización de «La Baraja Mendocina» que ha sido editada gracias a la Excmª Diputación Provincial de Guadalajara, y que ofrece con la riqueza de formas y colores que le ha entregado su autor, la imagen polimorfa del linaje Mendoza en forma de ases, sotas, caballos y reyes. Una forma curiosa y joven de mirar la historia.
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