Pensando en el Patrimonio

Confieso que últimamente me estoy viendo en situaciones de pasar vergüenza ajena al comprobar como mucha gente (adolescentes, adultos, incluso números del colectivo de la tercera edad) se declaran ignorantes de elementos destacados del patrimonio histórico-artístico de Guadalajara. ¿el marqués de Santillana? “Un señorito que solo sabía cazar montado a caballo por sus inmensos territorios…” ¿El Panteón de la Condesa de la Vega del Pozo? “Ese edificio brillante que hay al final de San Roque… un día tengo que entrar a verlo”. ¿El monasterio de Lupiana? “Ni idea… no, nunca he ido, ¿dónde está? ¿en Lupiana?”

Nunca fue tema de charla habitual ni tampoco una mayoría se interesó por estos lugares, por estos personajes o por situaciones históricas que ocurridas hace muchos años, incluso siglos, cambiaron el rumbo de nuestras vidas. Al parecer, según me han dicho, la Historia (especialmente la anterior al siglo XX) ha dejado de existir, y para muchos (incluso de los que mandan) sólo existe el porvenir.

Viene este moderado e irónico comentario a propósito de algo que es palpable: la general y casi absoluta ignorancia entre nuestros coterráneos, acerca de la historia, el patrimonio, los personajes, y los elementos que de una forma u otra conforman el ser y la raíz de nuestra tierra. No ocurre lo mismo en otros territorios o regiones autonómicas de la nación española, en los que hay con sobrada generosidad programas de formación en las escuelas, institutos y universidades acerca de ese conjunto de temas que pueden denominarse “el Patrimonio Cultural” de la zona. En Castilla la Mancha, concretamente, y en Guadalajara, particularmente, apenas hay mínimos rastros de ese interés. Y de “programa” ni hablar, simplemente no existe.

Habrá que ponerse, aunque sea desde una perspectiva estrictamente personal, a abrir y avanzar por este camino.