El retablo de Riba de Saelices

La Riba de Saelices y su retablo

Tras la magnífica restauración de este retablo, a lo largo del año 2022, se ha conseguido su recuperación para que quede inserto en el circuito del arte pictórico renacentista de nuestra provincia.

Se debe considerar esta pieza como salida de uno de los grandes talleres retablistas de Sigüenza. Su fecha, en torno a 1550/1560. Su autor, desconocido, pero en el ámbito de Diego de Madrid. Pinturas sobre tabla con un fuerte sentido manierista. Tallas con resabios platerescos de modelos de Vandoma, pero con una simpleza ruda y practicona. Ramos Gómez propone que, ante la ausencia de autoría documentada, al autor se le dé el nombre de “Maestro de Riba de Saelices”. Aunque hemos buscado los documentos, estos no aparecen: ni en la parroquia, ni en el Archivo Diocesano de Sigüenza. Solo queda la valoración estilística, el análisis de las influencias, la observación de las actitudes en escenas repetidas y hasta la solución de proporciones y gestos en las escenas.

Este retablo preside el templo, apoyado sobre el muro del fondo del presbiterio recto. Tallas de madera en frisos y pilastras, policromadas y repintadas. Su estructura consiste en cuatro cuerpos horizontales superpuestos, con cinco calles verticales paralelas. La calle central muestra esculturas, originales unas, modernas otras. Las calles laterales, son todas de pinturas.

En la calle central, de esculturas, aparecen de abajo a arriba un hueco que cobija actualmente un sagrario contemporáneo; encima un Niño Jesús moderno; encima una Virgen sedente con el Niño sentado sobre su rodilla; y finalmente en lo más alto un Calvario con Cristo crucificado, acompañado de una Virgen María y un San Juan Evangelista, figuras todas ellas de acusado carácter manierista, muy contorsionadas, que recuerdan las maneras de Juan de Villoldo.

Las pinturas componen el resto del retablo, y las veremos desde la calle inferior a la superior. Es posible que el retablo sufriera, en algún momento de los pasados siglos, algún desmontaje para limpieza o reparaciones, habiéndose colocado las tablas en diferente orden del original, cosa que ha ocurrido en otros muchos, pero que no parece probable haya ocurrido en este. Se sabe que el retablo de Riba de Saelices recibió una limpieza, con posible reordenación de tablas, en 1768.

El bancal

Primero vemos el nivel inferior, con funciones de predela, o bancal, en el que hay cuatro tablas conteniendo cada una de ellas dos personajes, dos varones revestidos con túnicas y mantos, portando símbolos. Estos ocho sujetos representan otros tantos apóstoles de Cristo. De izquierda a derecha, vemos a San Judas Tadeo (con lanza) y a Santiago (con bastón de peregrino); a San Andrés (con cruz en aspa) y a San Pedro (con llaves); a San Pablo (con espada y libro de las epístolas) y a San Juan (con un cáliz) y finalmente a San Bartolomé (con bastón) y a San Felipe (con libro y cruz).

Primer nivel de pinturas

En el primer cuerpo sobre el bancal aparecen cuatro escenas de la Pasión de Jesús. La primera por la izquierda representa el Camino del Calvario, con un total de ocho figuras que caminan solapándose unas a otra en un ambiente de ruina clásica. Delante del grupo, un judío toca el olifante, y Cristo con su túnica azulada o grisácea es ayudado por El cireneo. Detrás, María su madre, y la Magdalena.

La segunda por la izquierda es la Flagelación o Cristo atado a la columna, que se desarrolla en un espacio interior, aunque a través de su puerta se vislumbra un paisaje exterior, de tipo urbano, clásico. Atado a la columna central, con un capitel clásico, Cristo aparece desnudo, solo cubierta con su paño de pureza. A un lado y otro, aparecen en actitud de lanzar sus látigos o flagelos dos judíos en violento escorzo, y presenciando la escena se ven, representados por sus rostros, a tres sacerdotes judíos. La figura de Cristo, en un semidesnudo clásico, tiene marcada musculatura, sugiriendo las líneas de sus músculos el deseo del artista de mostrar su capacidad de observación y su precisión técnica.

La tercera escena es la Cristo ante Pilatos, que vuelve a desarrollarse en un lugar cerrado. En el que siete figuras dan vida a la escena, en la que Cristo es protagonista, cubierto de su túnica gris azulada, en pie y maniatado ante el gobernador Poncio Pilatos, se está sentado en sillón doselado en cuyo apoyo lateral se pinta un grutesco muy clásico. Otro escriba da explicaciones ante el jefe, y a la izquierda, amontonándose una sobre otra, cuatro caras de judíos tapan el espacio o vano que da al exterior, que se ve abierto por un cielo azul.

La cuarta, representa la Oración en el Huerto, con la secuencia que se describe en el Evangelio de San Lucas. Aparece Cristo orante, a quien se le aparece un ángel portando un cáliz, el de su Pasión. Tres apóstoles han quedado dormidos ante el Maestro. El paisaje es de rocas, y al fondo, muy en pequeño, se vislumbra la escena del Prendimiento.

Hay que hacer notar que estas cuatro escenas, descritas de izquierda a derecha, van marcando a la inversa la secuencia de actos, que deberían haber sido colocados así: Oración en el Huerto como preludio, Cristo ante Pilatos como juicio, la Flagelación como castigo y el Camino del Calvario como consumación. Esto nos hace pensar en una recolocación posterior de las tablas.

Segundo nivel de pinturas

En el segundo cuerpo se muestran escenas de la vida de la Virgen María. La primera por la izquierda, es la escena de la Anunciación, en la que el Arcángel San Gabriel, flotante en el espacio del ámbito cerrado en que se desarrolla la acción, levanta la mano indicando que procede de lo Alto, y que de allí trae a María el milagro de su inmaculada concepción de Jesús, que le concede el poder del Espíritu Santo, representado en una aureolada paloma. La Virgen María, con los colores clásicos de túnica roja y manto azul, arrodillada ante un clásico atril en el se abre un libro, despliega los brazos y manos, en actitud de recibir. En el espacio cerrado se ven otros elementos clásicos de la escena, cono un jarrón con un ramo de azucenas blancas, en la arquitectura arcos y capitel clásico, y encerrando la escena una densa masa de cortinajes. Con su mano izquierda, Gabriel sostiene un báculo en cuyo extremo se despliega, aunque enrrollada en torno al palo, una cartela con el saludo “Ave María”.

La segunda por la izquierda es la Natividad de Cristo. También en espacio cerrado, el centro de la escena es un niño [recién nacido] con aureola de santidad, que reposa sobre unos paños blanco, y es admirado por tres angelitos. Sobre él surgen las figuras de María y José. Ella viste túnica dorada y manto azul, está de rodilla, y con las manos juntas ora ante su hijo, mientras José admira de rodillas al niño, sosteniendo las telas en las que reposa. El fondo de la habitación, que representa un establo, tiene en una hornacina a la Mula y el Buey, y en la otra dos pastores, mientras que tras San José hay otro pastor, de cuerpo entero, con un cayado al hombro, recubierto de manto con capucha, y que es figura utilizada por Juan de Soreda en otros retablos suyos, y aprovechada por sus seguidores como sin duda lo fue el Maestro de La Riba de Saelices.

La tercera escena (lo mismo que la cuarta) son las dos representaciones alusivas a la titular de la parroquia, María de Magdala, la Magdalena. En esta se representa la secuencia del Noli me tangere, o “no me toques” de la narración evangélica, cuando Jesucristo resucitado se aparece ante las santas mujeres, y María de Magdala va a tocarle, mientras que Cristo le dice “no me toques”. Se desarrolla en un espacio abierto, con fondo de paisaje natural, con un árbol muy denso, de hoja perenne, y otro desolado, de hoja caduca, más un fondo de azuladas montañas. Cristo está en pie, desnudo y cubierto de un manto rojo, llevando en su mano derecha el báculo cruciforme y un estandarte rojo, mientras que la izquierda la muestra abierta viéndose en la palma una herida o llaga, lo mismo que en la otra mano y en ambos pies. María, a la que se representa con manto dorado, de rodillas, y el halo de santidad sobre la cabeza, detiene su mano ante Cristo.

La cuarta escena está dedicada exclusivamente a la titular de la parroquia, Santa María Magdalena, que aparece en su vertiente de penitente. Está tumbada, recostada, sobre el suelo, en un espacio abierto rodeado de grandes rocas y cuevas con un horizonte azulado de montañas. Se cubre de manto blanco, y su mano derecha reposa sobre un gran libro piadoso, abierto, escrito con letras góticas, presidido por un crucifijo, y bajo el libro aparece una gran calavera. Flotando en el espacio y como apoyados en una nube, dos angelitos sostienen una especie de fruto, o piedra, que parece van a entregarle a la santa.

Tercer nivel de pinturas

Finalmente, el tercer cuerpo, el superior, muestra escenas de la Vida y Pasión y de las postrimerías de la Virgen, por este orden: la primera de la izquierda es la Epifanía, o Adoración de los Reyes Magos. La clásica escena se desarrolla en un ámbito semicerrado, el mismo de la Natividad de este retablo, lo cual da un aire de lógica secuenciación espacial. En los muros se ven las hornacinas, y además de la Virgen María, sentada, ataviada de túnica roja y manto azul, sosteniendo al Niño Jesús en su rodilla derecha, mças San José apoyado en su cayado, se ve a los Sabios de Oriente, o Reyes Magos, Melchor, Gaspar y Baltasar. El primero va arrodillado a los pies del infante, y se le ofrece en oración con manos juntas. Detrás, en pie, aparecen Baltasar (que es de raza negra) con un tarro en la mano, y Gaspar, con otra copa.

Le sigue la tabla que representa a Santa María Magdalena, que aparece desnuda, tan solo velada por su larga cabellera que le llega a las rodillas, y que es elevada, más bien empujada, hacia la altura, por tres parejas de angelotes, en un ámbito abierto de rompimiento de gloria. Sorprende ver a la patrona del templo tan escasa de ropa representada. Pero así se hizo originalmente, y solo se ha desvelado su original disposición tras la restauración del retablo hecha en 2022.

A continuación aparece una clásica escena glorificadora de María, se trata de la Asunción a los Cielos. En el ámbito de la Gloria, María Virgen aparece vestida de túnica blanca y manto azul, rodeada, elevada, por tres parejas de angelotes. Se nimba con aureola de santidad, y los dos ángeles superiores le sujetan una gran corona sobre su cabeza. A los pies, dos cabezas de angelillos recogen el manto virginal.

Finalmente, el cuarto espacio pictórico del nivel superior, está dedicado sin duda a la Resurrección de Cristo, en composición muy clásica utilizada a mediados del siglo XVI en toda clase de estampas y grabados, especialmente en los de Giulio Bonassone. En un espacio abierto, con fondo de rocas y de edificios clásicos en ruinas, del sencillo ataúd se alza Cristo, desnudo, potente, musculoso, cubierto por un paño de castidad de tono dorado, y un gran manto que flamea a sus espaldas, de color rojo, llevando en su mano izquierda el báculo cruciforme con estandarte blanco, y la mano derecha señalando a lo alto, indicando su destino. A los pies de Cristo, tumbados en el suelo, tres soldados se dibujan: uno de espaldas, otro de frente, y un tercero del que solo se ve la cara y la mano asombrada. Esta escena ofrece una sensación de fuerza que no se aprecia en ninguna de las otras pinturas del retablo.

El orden de estas tablas del nivel superior también debió ser alterado, porque la Epifanía es escena que corresponde poner a continuación de la Natividad, en la serie de la Vida de Cristo. En cualquier caso, no existe proporcionalidad en la escenas elegidas para este retablo, al tener cinco escenas dedicadas a la Pasión y Muerte de Cristo, tres a la Infancia de Jesús, y otras cuatro distribuidas entre la Virgen y la Magdalena. A la fuerza, uno de los niveles quedaba inacabado y al otro le sobraba una escena.

Frisos y pilastras

Especialmente considerable es la ornamentación de frisos y pilastras en el retablo de La Riba de Saelices. Una mano experimentada, salida de los talleres retablistas seguntinos, se encarga de estas tallas, que ofrecen variedad, frescura y mucha veteranía en su trato. La reciente restauración ha recuperado formas y colores a esta parcela escultórica del retablo.

Sin tratar de describir todos ellos, sí conviene destacar cómo aparecen rostros/cabezas, de un lado, y figuras enteras de otro, más los elementos inanimados a base de jarrones y grutescos vegetales que los enmarcan o campan por sí mismos en los breves espacios.