Vidrios de El Recuenco

Los vidrios artesanales de El Recuenco

De la artesanía del vidrio en Guadalajara existen remotos ejemplos. En la provincia hubo varios lugares productores de vidrio soplado, consiguiendo piezas más o menos bellas, destinadas al uso diario y, algunas, al embellecimiento de alacenas y aparadores.

Desde el siglo XVIII fue en El Recuenco donde se produjo vidrio con calidad y belleza. Tres fábricas hubo allí desde comienzos del siglo XVIII. A mediados de ese siglo, las titulares eran las tres viudas de los fundadores: Juana Heredia, María López de Aragón y la de Diego Dorado. Y a finales de la centuria ilustrada, solo los hijos de este continuaban con la industria, que a pesar de renovar técnicas y contratar especialistas alemanes, vinieron abajo por problemas económicos, ya que el Estado nunca quiso ayudarlos, a pesar de sus súplicas. Y eso que muchas de sus piezas, las de mayor uso y trote, iban destinadas a “La Caba del Rey”, por lo que no exagero si digo que eran “proveedores de la real casa”.

Produjeron, con la sílice de extraordinaria calidad que existe en aquellas alturas serranas, grandes frascos y damajuanas, vasos de botica, vasos acampanados, botellas y algunas piezas de servicio de mesa como fruteros, ensaladeras, salseras, candiles, etc., todo ello de buena calidad aunque de escaso empaque artístico. Hay que destacar la finura de su vidrio y la transparencia de su pasta, además de su ligereza y escaso peso, y tuvieron un adecuado mercado, popular, que nunca llegó a las clases altas.

En otras localidades de esta sierra frontera del Alto Tajo existieron industrias vidrieras, que durante el siglo XVIII produjeron piezas utilizadas con profusión, para el uso diario. Hubo vidrieros en Arbeteta, en Armallones y en Villanueva de Alcorón. En el Madoz leemos que “en Arbeteta hay una fábrica de vidrio ordinario, en la que se hacen botellas, vasos, porrones, vidrios planos y demás artículos de este género”. Muy pequeña fue la industria vidriera que hubo en La Solana, una aldea que hoy es caserío y finca particular en el cruce de las carreteras que de Trillo van a Viana y Peralveche. Ni rastro queda, aunque sí memoria, de una fábrica de vidrios que hubo en la zona pinariega de la comarca molinesa, en el lugar llamado «El Pajarero», y en la que allí recuerdan que se produjeron botellas de pasta verde y gruesas paredes. Finalmente, la fábrica de Tamajón tuvo vida hasta mediados del siglo XIX, quedando hoy sus ruinas junto al convento de franciscanos. De ella decía Madoz en su diccionario que era “fábrica de vidrio blanco”, pero no se conocen ejemplares de ella salidos.