Zorita de los Canes

Zorita de los Canes

Es Zorita de los Canes una población situada en la Alcarria, de legendario renombre, enclave importantí­simo y punto estratégico durante largos siglos de la Edad Media, que hoy queda como levísima sombra de cuanto fue, un eco callado de antiguas historias.

Asienta la villa en la orilla izquierda del río Tajo, allá por donde, recién salido de las estrechuras que sin parar le han agobiado desde su naci­miento, muchos kilómetros arriba, se va pausando en su camino, y los horizontes que atraviesa van haciéndose más dilatados y amables.

Un castillo de origen remoto

Este enclave, que a poniente contempla el hondo Tajo, y a levante se circuye por el vallejo del arroyo Bodujo, es en realidad una posición fuerte que supone punto estratégico en cualquier eventualidad guerrera o de simple vigilancia. Por ese camino del Tajo se accedía a la comarca de la Alcarria y aún era paso obligado para subir hasta la vieja Castilla, y de ésta, poder llega fácilmente hacia Toledo.

Guerras, ganados, cara­vanas de comerciantes, pasaron siempre por este lugar, y por el puente que desde antiguos tiempos mantuvo, clave de su primitiva importancia.

Una historia densa

La historia de este pueblo es, al mismo tiempo, la de su castillo. El dominio de una región, de un puente, de unos caminos y de un pueblo, sólo era posible gracias a un reducto fortificado y seguro.

El castillo que desde remotísimos tiem­pos asentó en lo alto del tajado roquedal de Zorita fue la llave de todo un territorio, como ahora veremos.

Es de suponer la existencia de población prehistórica en este lugar. Ciudad romana y luego visigoda (antigua Racupel, y muy probablemente Recópolis), en similar estrategia orohidrográfica que Zorita.

Presencia de los árabes

En la época árabe la población se tras­lada a la villa actual, y el castillo se construye -según anti­guos cronistas árabes- con las piedras traídas de la cercana ciudad de Racupel. La España musulmana vio como Zorita, lo mismo que la cercana Santaver, se erigían en centro de los rebeldes bereberes y otras facciones de acendrada pureza islámica frente a los califas cordobeses. En Santaver fue Muza ibn Dilnúm, y en Zorita Calib ben Hafsum, se sublevaron en el siglo IX contra los poderosos Omeyas de Córdoba, y se mantuvieron fuertes en sus castillos muchos años.

Reconquista cristiana

La reconquista de los castellanos llegó en 1085, cuando el rey Alfonso VI llegó con sus ejércitos a recuperar Atienza, Uceda, Guadalajara, Alcalá y Toledo. El capitán de la hueste castellana, Alvar Fáñez, quedó por alcaide de Zorita, y también de Santaver, y en ambos lugares tuvo que resistir la invasión almorávide de finales del siglo XI, que dejó al casti­llo de Zorita casi por completo arruinado.

Años después, Alfonso VII, que había repoblado este enclave con mozárabes aragoneses, entrega el lugar a la familia de los Castro, quienes en vez de guardarla para el poder real, se hacen sus dueños y ejercen un política de poder feudal que amenaza en muchos casos a la misma monarquía. En 1169, el joven rey Alfonso VIII, apoyado por los Lara y los ejércitos concejiles de Alcalá, Guadalajara, Atienza, Toledo, Soria y Avila, más las fuertes ayudas de los caballeros calatravos, consiguió recuperar Zorita para la corona castellana.

La Orden de Calatrava

Más adelante, en 1174, reuniendo esta fortaleza, y la villa aneja entregaba al Rey todo junto a la naciente Orden Militar de Calatrava, sabiendo que éste era el camino de obtener un seguro apoyo por parte de institución que se adivinaba tan fuerte y de tan seguro porvenir.

Recibió la merced el maestre don Martín Pérez de Siones, y se dedicó inmediatamente a fortificar el castillo, a ponerlo en uso completo, creando en él una Encomienda, y asentando un fuerte contingente de tropa, caballeros con su comendador, y varios frailes clérigos con su prior.

Alfonso VIII y el maestre Pérez de Siones dieron a Zorita en 1180 un famoso Fuero propio, en el que se contemplaba un completo sistema de relaciones jurídicas entre sus habitan­tes (que eran tanto cristianos como árabes y judíos, convi­viendo todos ellos en modélica fraternidad), y ampliando en su vigencia al amplio territorio del alfoz que se había for­mado en su derredor, gracias a las denominaciones que a la Orden de Calatrava había hecho el rey Alfonso VIII. El cre­cimiento de la población, la creación de gremios, lo próspero de sus comercios, la cantidad de impuestos recogidos en los puentes de la orden, y el aumento de pueblos incluidos en el alfoz y Común de Zorita, llevaron a Fernando III en el siglo XIII a entregar un nuevo fuero que ya se mantuvo en vigor largos siglos.

Tras la batalla de Alarcos y la retirada de Calatrava y Salvatierra, al impulso de la invasión almohade, la Orden calatraveña tuvo que refugiarse en el castillo y lugar de Zorita, donde quedó la sede del maestre y su plana mayor durante algunos años de fines del siglo XII y comienzos del XIII. El maestre Ruy Díaz se dedicó en esa época a poner a punto el castillo, dejándole como uno de los más fuertes y mejores de Castilla, al par que se preparaba la Orden para lanzarse a la lucha, junto a otras fuerzas cristianas, contra el árabe, culmi­nando la operación con el éxito de las Navas de Tolosa en 1212. Tras ella, volvió la Orden de Calatrava, y quedó Zorita como Encomienda mayor.

Sigue la Edad Media

En las siguientes centurias, su importancia estratégica, tan valiosa en los momentos de luchas contra el árabe, en los que el Tajo se transformaba en auténtica frontera, fue bajando de valor, aunque aún sirvió como lugar de encuentro de rencillas internas entre caballeros calatravos que pugnaban por hacerse con el maestrazgo y otro tipo de poder.

El país recuerda aún, entre la capa popular, las terribles historias que protagonizó, por todo el alfoz, don Juan Ramírez de Guzmán, apodado Carne de Cabra, quien se apoderó de Zorita, de Almoguera y otros lugares comarcanos, sin poder vencer la tenacidad de los vecinos y defensores de Auñón.

La gran desgracia que dio la puntilla final al proceso pau­latino de decadencia y despoblación que sufría Zorita, fue la gran riada del Tajo acaecida el 20 de enero de 1545, en que las aguas arrastraron y destruyeron por completo el puente que custodiaba la villa, y que en cierto modo había sido la clave de toda su fortuna. Años después se decidió construir uno nuevo, pero sólo se llegó a levantar el fuerte cubo o apoyo de sillería que se ve frente a la puerta del pueblo, en la orilla izquierda del Tajo, sin que aquella obra pública llegara a consumarse como debiera.

Tiempos modernos

El Emperador Carlos I y su hijo Felipe, monarcas absolu­tos y señores de las órdenes militares, decidieron enajenar sus bienes y posesiones y ponerlos a la venta para obtener rentas suficientes con que acudir a Europa a luchar por la Fe Cató­lica. Así, la villa de Zorita y su castillo las vendió Felipe II, en 1565, a don Ruy Gómez de Silva, su privado y hombre riquí­simo, bien heredado en la comarca alcarreña, y a quien el monarca concedió enseguida el título de duque de Pastrana de donde también era señor. En 1572 fundó mayorazgo en el que incluía la villa de Zorita y su fortaleza.

Pasó a su hijo don Rodrigo de Silva y Mendoza, y luego a sus descendientes duques de Pastrana, hasta que en 1732, los duques del Infantado, a quienes por sucesión había llegado la casa pastranera, vendieron este enclave a don Juan Antonio Pérez de la Torre, antecesor de los condes de San Rafael. El título, honorífico, de Comendador de Zorita, siguió existiendo hasta el siglo XVIII.

El gran castillo roquero

El fuerte castillo roquero de Zorita se encuentra actual­mente muy deteriorado, mostrando en ruina gran parte de su recinto, y sobre todo su interior, que es un montón informe de cascotes cubiertos de hierbas por los años. Su estructura, sin embargo, aún visible, y algunos detalles del mismo, demuestran su importancia y su originalidad. En las últimas décadas está recibiendo, poco a poco, restauraciones y consolidaciones parciales, que al menos evitan su progresiva ruina.

Es construcción de los siglos XII y XIII fundamentalmente. Asienta sobre una lastra de piedra tobiza de unos diez metros de alta, aún flan­queada por tierras de derrumbe muy empinadas, y en la ladera de poniente está la villa y el Tajo, mientras que en la de levante cruza el poco profundo vallejo del arroyo Bodujo. Presenta dos entradas, hoy solamente una de ellas practicable. Es ésta la de poniente, o puerta del Hierro a la que se llega por zigzagueante, estrecho y empinado camino desde el pue­blo, flanqueándose el pasadizo por muro reforzado de torreo­nes en los esquinazos. La puerta muestra un doble arco: uno de herradura y otro ojival, con hueco intermedio para el ras­trillo. Es un magnífico ejemplo de portalón castillero, con la marca de dos civilizaciones en él fundidas. La otra puerta, hoy impracticable, era la torre albarrana sobre el valle del Bodujo, consistente en alto portalón de doble arco apuntado, de sillar bien labrado, incluso con cenefa exterior de puntas de diamante, se refuerza por cubo semicilíndrico y se protege de altísima torre cuadrangular.

La estructura del castillo calatravo

El recinto del castillo tiene dos partes: el albacar o patio que hoy está totalmente desierto, y que se separa del recinto del castillo propiamente dicho por un hondo foso cavado en la roca. El castillo se circuye por fuerte muro al que faltan las almenas casi por completo. En esquinas y a medios muros se levantan fuertes torres defensivas y de refuerzos. En el inte­rior, se ven las huellas de las estancias, que se distribuían en dos y aun tres pisos en torno a un probable patio central, en el que había, y aún se ven restos, aljibe y pozo. El extremo sur del castillo es el más interesante y mejor conservado. Nada más cruzar la puerta del Hierro procedentes del pueblo, se ven los restos del gran torreón del homenaje.

Una iglesia dentro del castillo

Cruzados éstos, se encuentra la capilla del castillo, edificio de estilo románico, hoy restaurado, y que lució hasta el año 1942 su primitivo aspecto, con atrio porticado sustentado en columnas y capiteles románicos, portada de arquivoltas semicirculares y una alta espadaña almenada para las campanas. Es de una sola nave, con ábside semicircular incluido en torreón cilín­drico. La bóveda es de cuarto de esfera, y la nave se cubre con bóveda de cañón reforzada por cuatro arcos fajones que apo­yan en adosados capiteles de aire muy primitivo, quizás visi­godos, traídos desde las ruinas de Recópolis. En el centro del presbiterio, se abre un hueco con escaleras que bajan a la cripta donde se veneraba antiguamente la imagen románica de la Virgen de la Soterraña (hoy en el convento de monjas concepcionistas de Pastrana). En el muro de la epístola se abre pequeña puerta de donde arranca escalera de caracol que sube hasta la terraza sobre la iglesia.

Patios, cuevas, salas…

A mediodía de ésta se abre un amplio patio que sirvió probablemente de cementerio a los caballeros calatravos: sobre el muro de la iglesia que da a este patio se han encontrado lucillos cobijados por arcos apuntados, y enterramientos con cruces de Calatrava, posi­blemente del siglo XIII o anteriores. Desde este patio se pasa a la llamada sala del moro, magnífico recinto con amplia bóveda en su clave: era probablemente la sala noble donde posteriormente residía y tenía su tribunal el comendador de Zorita. Por un pasadizo cubierto se sale a pequeña terraza que corona el fuerte baluarte esquinero que apunta hacia el sur, dominando el río y su orilla por ese lado. La visita a esta fortaleza es evocadora y muy interesante siempre para los que gustan de conocer los vestigios de pasadas épocas y modos de vida.

Este castillo roquero de Zorita, aún con estar muy derruido, y aparte de su interés histórico, sigue siendo un notable y revelador ejemplo de la arquitectura militar de la Edad Media castellana.

Cosas qué ver en el pueblo de Zorita

En el pueblo es destacable parte de la muralla que le cir­cuía; el arco o puerta de entrada a la villa, también del siglo XIII, de robustos muros; la iglesia parroquial de origen románico, con espadaña triangular y ya muy reformada en siglos posteriores, sin nada de artístico en su interior; la calle mayor con algunos interesantes ejemplos de construcciones populares de tradición alcarreña. A la entrada del pueblo se ve la curiosa fuente intermitente, y el ya mencionado cubo o gran pilar de sillería para el puente que en la segunda mitad del siglo XVI se comenzó a hacer y nunca se llegó a terminar.

La ciudad visigótica de Recópolis

En el paraje denominado Cerro de la Oliva (antiguamente Rocafrida), que se extiende a unos tres o cuatro kilómetros al sur de Zorita, sobre la alta orilla izquierda del Tajo, se encuentran actualmente en proceso de meticulosa investiga­ción y excavación arqueológiocas las ruinas de una importan­tísima ciudad visigótica, que parece se puede identificar con la clásica Recópolis, que mandó erigir Leovigildo en la segunda mitad del siglo VI en honor de su hijo Recaredo. Hasta el momento, se han encontrado algunas estructuras muy interesantes y reveladoras: la planta de una basílica visigoda, al parecer asentada sobre otra anterior hispanoromana; la planta de un gran palacio consistente en larga nave con pilares centrales y fuertes muros laterales, en la zona más cercana al talud que descarga sobre el Tajo; una necrópolis importante y las estructuras de la ciudad propia­mente dicha. Cabré encontró en la basílica un interesantísimo conjunto de monedas visigodas de la época de Leovigildo (580 d. de C.), denominado «el tesorillo de trientes de Recó­polis» que actualmente se conserva en el Museo Arqueológico de Madrid. Las investigaciones arqueológicas sobre Recópolis han continuado, bajo la dirección de don Lauro Olmo Enciso, y han llegado a niveles tan avanzados que han permitido abrir el conjunto de la antigua ciudad a las visitas guiadas, así como levantar junto a ellas un edificio “Centro de Interpretación” o pequeño Museo en el que se explica con detenimiento y acierto el proceso histórico e investigativo del lugar.

Libros de Zorita

Tres libros sobre Zorita

El más interesante y completo es el libro de Layna Serrano “El castillo de Zorita” de Aache Ediciones, 2015. Míralo aquí en resumen.

Otro que incluye el estudio de Recópolis es la “Guía de la Arqueología en Guadalajara” de Valiente Malla. Más datos aquí.

Y uno de gran alcance, que estudia a Zorita en el contexto de los castillos del Reino de Toledo, de Palacios Ontalva, es “Fortalezas y poder político”.